El tema de las tarifas del transporte público en Monterrey debe ser considerado desde una perspectiva en la cual se trata de buscar un cambio cultural en la forma en que se concibe este servicio, su uso y el papel que juega en la mejora de las condiciones ecológicas de la ciudad, ello independientemente de la mejora propiamente del servicio.
Los regiomontanos hemos aprendido a través de los años que el transporte público es, como decía un amigo, "malo, pero caro". Está tan arraigado este aprendizaje entre nosotros, que ni siquiera en el periodo en que la mayoría de los camiones de las rutas urbanas se encontraban equipados con aire acondicionado, choferes capacitados y el servicio era razonablemente eficiente, nos convenció de utilizarlo.
Esto por no hablar del Metro, que, para las dimensiones de la ciudad y su área metropolitana es no solo reducido, sino que carece de comodidades en muchos de sus vagones como el ya mencionado aire acondicionado, lo cual en una ciudad como la nuestra es una invitación a simplemente no usarlo.
Monterrey es tierra de emprendedores, donde todos, o casi, queremos ser exitosos en nuestro trabajo, dar un nivel de vida alto a nuestras familias y, dentro de ese nivel de vida, proporcionarles un medio de transporte seguro, cómodo y eficiente. Esto independientemente si lo logramos o no.
En pocas palabras, por ahora el transporte público no representa una buena opción para la mayoría de los regiomontanos por lo cual, en cuanto se puede, se adquiere un vehículo para el transporte particular de nuestras familias.
Hemos aprendido que eso es parte del éxito de cualquiera, así como también que el transporte público no es una opción eficiente y, menos, segura.
Precisamente por considerarlo así, es que a nadie le parece, no digamos aceptable, sino correcto, el aumento en las tarifas del transporte público.
Por supuesto que esto se traduce en un círculo vicioso en el cual los empresarios argumentan que cómo pueden mejorar el transporte si no tienen márgenes de ganancia adecuados y suficientes para hacerlo, mientras que los usuarios, por su parte, señalan que cómo aumentan las tarifas si el servicio que prestan no es el adecuado.
Así que mejorar el servicio del transporte público es solo uno de los aspectos que debe enfrentar el actual gobierno del estado ante la demanda de "ajustar" los precios del transporte urbano, hacerlo un medio de transporte no solo eficiente, sino cómodo y seguro, entendiendo por seguro tanto el que los horarios de este servicio sean más o menos estándares, como lo son en otros países, como el que ofrezca también a sus usuarios seguridad para sus bienes y personas.
Pero hay otro aspecto más, el referente a cómo revertir la imagen del mal servicio que actualmente tienen los usuarios acerca del transporte público, de hecho esa mala imagen se extiende inclusive hacia los taxis, lo que posibilitó que plataformas como Uber y Didi tuvieran cabida y amplia aceptación entre los regiomontanos.
Hace algunos años, el ISSSTE instauró el servicio de citas telefónicas, así los derechohabientes sabían exactamente a qué hora serían recibidos por los doctores en esa institución.
A pesar del éxito del programa, las quejas continuaron, la principal era el tiempo de espera tan largo que, alegaban los usuarios, persistía. Se realizó una investigación que mostraba que el tiempo de espera se había reducido considerablemente, que el derechohabiente desde el momento que llegaba a la clínica y salía de ella no tardaba más allá de los 30 minutos y, sin embargo, la imagen de que el tiempo de espera era muy alto persistía.
Se llegó a la conclusión, gracias a la misma investigación, de que los derechohabientes contaban dentro del tiempo de espera el que pasaban en el trayecto hacia la clínica y, además muchos de ellos, como no habían interiorizado que ya tenían una cita a una determinada hora, trataban de llegar antes de su cita para "ver si eran atendidos primero que los demás derechohabientes", como era antes de las citas concertadas.
Algo similar es a lo que deberán enfrentarse las autoridades estatales si, independientemente de mejorar el servicio del transporte público, desean intensificar su uso como una medida ecológica. Deberán llevar a cabo todo un proceso educativo para que los usuarios interioricen los cambios que se presenten. Pero también, para que "deseen" utilizar el servicio y considerarlo un sustituto adecuado del transporte privado.
No será sencillo, van contra toda una "tradición", la de considerar al transporte "malo, pero caro" y ya se sabe que luchar contra algo cuyas fallas se han decidido de antemano, es decir, se dan por descontadas, no es fácil, no es una tarea sencilla, menos cuando se conjuga con la percepción de otras fallas en otros sistemas alrededor del transporte, como es en general el caso del gobierno, de cualquier gobierno.
Pero bueno, para eso son electos los gobernantes, para enfrentar los retos de las polis, de las ciudades, de otra manera no tendría sentido tener gobiernos.
Y en esas andamos.