Parece que hay un acuerdo generalizado en que una cosa era lo que decía el presidente López Obrador cuando era parte de la oposición y otra, muy distinta, lo que dice hoy que ejerce la titularidad del poder ejecutivo.
No es eso nada extraño, hace años, luego de entrevistar al Lic. Luis M. Farías platiqué un momento con él y me comentó que los políticos veían las cosas dependiendo de dónde estuvieran ubicados en la función pública.
Se puso como ejemplo él mismo, ya que siendo gobernador de Nuevo León no estaba de acuerdo con ceder la policía de Monterrey al municipio, punto de vista que tuvo un giro cuando llegó a la alcaldía de ese municipio.
Algo así está sucediendo hoy con AMLO, o al menos eso es lo que la mayoría de los analistas y observadores de la política en el país está expresando, aunque en lo personal tengo mis dudas, pero vayamos por partes.
Durante la campaña presidencial de 2006, ante las constantes manifestaciones de Vicente Fox, Andrés Manuel López Obrador, candidato a ocupar la silla de este, gritó ¡Cállate, chachalaca!, un grito que fue utilizado posteriormente en su contra en la misma campaña.
Luego de ese grito y de la elección, hubo una resolución del TEPJ según la cual sí hubo intervención del entonces presidente, pero no era posible cuantificarla por lo que no se llegó a una sanción o a la nulidad de la elección, como intentaba Obrador.
Después del proceso electoral, los grupos que apoyaban a Andrés Manuel presentaron iniciativas que limitaban no solo la actuación del presidente en turno, sino la de todo el gobierno, en los tres niveles, durante el tiempo en que se desarrollara el proceso.
Cambiaron la Constitución y se determinó que los presidentes, gobernadores o alcaldes, además de todos los funcionarios, con algunas excepciones en materia de salud y educación, deberían guardar lo que se llamó “la veda electoral”.
Hoy en el gobierno, AMLO no quiere cumplir con esa ley y la tacha de censura.
Quizá debamos preguntarnos si realmente al presidente le importa esta situación, me parece que no, con o sin ley, Andrés Manuel hará lo que le venga en gana, ya lo hacía siendo oposición, así que ya en el gobierno lo hará con mayor facilidad.
Considero que su objetivo es otro, es encontrar un punto de unión de sus seguidores y un punto en dónde atacar a sus contrincantes.
Andrés Manuel sabe que nada une más a un grupo que un ataque, una amenaza y juega con ello, estira la liga de la polarización.
No dejará de utilizar las mañaneras como propaganda para él y para su gobierno y, por consecuencia, para su partido, precisamente porque cada crítica que se le haga servirá para avivar el fuego de sus seguidores.
A eso le apuesta, no le importa si hay censura o no, es más, apostaría que desea que “le digan algo”, lo que sea que remotamente se parezca a una solicitud de no presentar las mañaneras durante el periodo electoral.
Lo está deseando porque ese es su juego y todos caemos en él.