La semana pasada estuvimos comentado sobre lo que traemos en la mochila. Las herramientas que nos permiten vivir con soltura y con certeza.
Entre otras mencionamos: saber negociar, comunicarse con efectividad, saber que hacer con el dinero, que tus finanzas trabajen para ti y finalmente aprender a darte cuenta de las oportunidades que, exclusivamente, te ofrece la vida.
Estas herramientas, de alguna manera, te garantizan que lo que suceda en tu vida, va a ser aprovechado al máximo.
Hay un espacio en donde estas herramientas son particularmente útiles, el espacio de las relaciones. Sobre todo, cuando se trata de las relaciones que desarrollan los consultores, asesores, coach, o un consejero; o simplemente las relaciones que se desarrollan en una pareja.
Negociar, comunicarse, compartir, entender y comprender, las necesidades de la pareja o del cliente (del asesorado o el coachee) requiere habilidades que podrían ser aprendidas con profesionales o practicadas.
A nivel profesional apoyar a tu cliente con recomendaciones solo requiere la habilidad de encontrar los limites en los que tales recomendaciones son operativas, éticamente válidas y potenciadoras de las estrategias del cliente.
Una de las reglas más valiosas, de los procesos de apoyo, es el respeto a la legalidad.
La comunicación en sí misma, es otro tema. Principalmente por el carácter ontológico que contienen las palabras.
NO HAY PALABRAS INOCENTES.
Cada cosa que expresamos contiene una carga emocional e intencional. Incluso las pausas y los silencios comunican, y no se diga el lenguaje corporal de quien lo expresa.
Entonces tenemos que tener en cuenta que no es solo lo que decimos, sino cómo lo decimos y además cómo lo escucha la persona a quien se lo decimos.
La sabiduría de los ancestros es muy iluminadora para este entresijo ontológico. Decían “el hambriento te escucha con el estómago” esto significa que quien te escucha lo hará a partir de sus necesidades y por lo tanto solo escuchará lo que quiera escuchar.
Y luego decían “nadie escarmienta en cabeza ajena” y esto tiene que ver con que las personas solo harán suya una verdad, si ellos la descubren por si mismos. Entonces ¿cómo compartir un conocimiento, una experiencia, cuando las personas no serán capaces de incorporarlo, si no son ellos la fuente de tal conocimiento?
Y en las parejas este es el origen de muchas de las dificultades que tienen que enfrentar, cuando caen en crisis, provocadas por la comunicación y la intencionalidad de las palabras que usan.
Si a esto le agregamos un estilo de personalidad donde el sujeto puede ser dominante o sumiso, controlador o evasivo, poco comprometido o toxico, o sufre de “sospechosismo” o sea cree que siempre hay una intención “dañina o abusadora” por parte de la otra persona.
Este matiz de las personalidades complica todavía mas la comunicación, ya sea profesional o en la pareja.
¿CÓMO SE RESUELVE ESTE EMBROLLO?
Primero teniendo un nivel de apertura mental como para aceptar que podría haber otra explicación. No solo la mía.
Podría ser, también, en aceptar que la confianza es suficiente garantía para creer.
Abrir la posibilidad del dialogo. Recordemos que el dialogo solo sucede en dos vías, de otra manera es monólogo. Ponerse en el modo de escuchar.
Y finalmente, asumir la responsabilidad de la comunicación. Adoptar la idea de que “soy responsable de que se entienda lo que comunico”. El emisor es el responsable de que el mensaje llegue de la manera correcta, a la persona correcta y con el significado correcto.
Recordemos que el 95 por ciento de los problemas de las personas; y con ello me refiero a las dificultades para comprender, comunicarse, y llegar a acuerdos efectivos. El 95 por ciento de estas dificultades se originan en una relación no sana.
Ayudemos a mantener sanas las relaciones donde estamos comprometidos, ayudemos a que nuestros clientes obtengan los beneficios que contrataron.
No perdamos la esperanza, ni la fe, hasta la próxima.