El camino del Autoconocimiento, a través del laberinto

Hiram Peón

Reflejo Interior
Descubrirnos, encontrarnos, darnos cuenta de lo que realmente somos es un trabajo de toda la vida.
23/02/2023

Me regalaron la oportunidad de participar en una conversación sobre el autoconocimiento. Había tanto que decir que termine diciendo nada. El tema es muy evasivo. No se le puede asir fácilmente.

Para empezar, buscar el autoconocimiento, parte de la idea de que no te conoces. Efectivamente no nos conocemos. 

Muy pocas personas se conocen a si mismas, de tal forma, que pueden decir con aplomo quienes son. 

Cuando alguien les pregunta ¿quién eres? Esas personas pueden responder sin recurrir a sus títulos profesionales o nobiliarios, a sus pertenencias, su cantidad de dinero o sus propiedades, tampoco mencionan si son empresarios o empleados, si son padres o esposas. No son como visten, ni los amigos o las influencias que tienen. 

Lo que sucede es que nada de lo describí nos determina como personas o seres humanos.

Descubrirnos, encontrarnos, darnos cuenta de lo que realmente somos es un trabajo de toda la vida.

Hay muchas personas que llegan a su muerte y nunca tuvieron un atisbo de quienes eran realmente.

En esta conversación también hablamos de la sanidad. La mayoría, la inmensa mayoría, por no decir que todos, estamos enfermos. Emocionalmente enfermos, sicológicamente extraviados. Nos llamamos a nosotros mismos “personas normales” pero únicamente para diferenciarnos de las personas que sufren de sicosis, esquizofrenia, trastornos de bipolaridad, ansiedad o depresión, por mencionar las más conocidas.

La verdad es que todos estamos viviendo con algún grado de ansiedad o depresión, con algún grado de baja autoestima, o de bajo auto aprecio, pero aun así nos reconocemos a nosotros mismos como “normales”.

Nos preocupan cosas que están fuera de nuestro control y le atribuimos a nuestro entorno el poder de causarnos angustia o ansiedad.

Como consecuencia nos protegemos con ciertas conductas, que nos evitan enfrentar las situaciones que se nos antojan agresivas o molestas.

Vivimos protegidos por un sistema de pensamientos y creencias al que le atribuimos el poder de manejar nuestra vida. Nos identificamos con eso y decimos “yo soy” el que piensa, el que trabaja, el que se divierte, el que se enamora, el fracasado, el miedoso, el triste, el valeroso, el aguantador, etc.

Por eso es tan difícil abordar el autoconocimiento. Porque vivimos envueltos en una nube que no nos deja ver quiénes somos realmente.

Cuando exploramos nuestro interior no encontramos una manera fácil de ver o sentir lo que hay ahí. 

Nos asaltan miles de pensamientos, Nos distraen miles de imágenes que se presentan en la mente. Cerramos los ojos y seguimos viendo imágenes, seguimos escuchando palabras y sonidos, seguimos sintiendo cosas como el miedo o la alegría. 

El asunto es que no logramos ver a través de todo lo que nos presenta la mente, no logramos distinguir nada. Es como caminar en la niebla.

Para poder ver, para poder darnos cuenta de lo que hay en nuestro interior tenemos que aprender a observar.  Primero tenemos que darnos cuenta que, cuando observamos lo que pasa en nuestro interior y lo que hacemos en el exterior, no es la mente la que observa.

Cuando vemos pasar las ideas por nuestra mente, el que observa no es la mente. Es ese alguien más que habita en nuestro interior.

Alguien al que nunca tomamos en cuenta porque, principalmente, no interfiere con todas las ideas y pensamientos, que genera la mente, para hacernos creer que esos pensamientos e ideas son nuestros.

No lo son. Esas ideas y pensamientos los genera la mente para darle dirección a nuestra vida. Y nosotros le creemos porque pensamos que nosotros somos quien piensa.

Conocernos a nosotros mismos es darnos cuenta que lo que sucede en tu mente no lo estas generando tú, sino tu mente. 

Durante la primera y segunda infancia creamos “Un algo” en nuestro interior, al que los psicólogos le llaman EGO. Y lo formamos para apoyarnos, para creer, para tener dirección, para rebelarnos ante los padres. Y en esta etapa es muy útil porque de ahí proviene la fuerza que necesitamos para decidir cosas trascendentales en la vida como qué carrera estudiar, en quienes confiamos como amigos, que ideas son adecuadas para mi entorno social, etc.

Es muy útil tener un ego fuerte, pero después es necesario acotarlo, para impedir que nos lleve sin control, para impedir que siga formando ciclos de comportamiento y pensamientos que se repiten hasta el infinito.

Es importante limitarlo para tener una vida mentalmente saludable y rica en crecimiento espiritual.

¿Y que es lo que debemos conocer? Bueno, entre otras cosas que vivimos moviéndonos entre dos polos opuestos y que ninguno de los dos es algo saludable. Por eso dicen, por ejemplo, que no debes decidir nada cuando estás contento o cuando estás enojado. Por que es así, porque quien decidirá no eres tú, sino el EGO.

Al darte cuenta de esas variaciones tan fuertes que existen en tus emociones y en tus conductas, aprenderás a estar ecuánime, en paz, en el centro de todas esas dualidades y empezaras a ver la vida y tus relaciones de otra manera. Cada quien aprenderá su manera.

No perdamos la esperanza, ni la fe, hasta la próxima.

hirampeon@gmail.com



HIRAM PEÓN es experto en comunicación corporativa y situaciones de crisis. Cuenta con un MBA del ITESM.
 

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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