La semana pasada hablamos de lo que se necesita para ser un ganador.
Mencionamos la importancia de que te guste ganar. Que te guste trabajar, porque necesitas trabajar más que los demás. Hablamos de que no puedes perder el tiempo pensando, que es necesario actuar lo mas pronto posible, la competencia no te va a esperar.
También decíamos que tienes que ser capaz de ver el todo y las partes, pero no te puedes quedar contemplando el bosque, tienes que conocer los detalles, pues el éxito está en los detalles.
El ganador, decíamos, apoya de manera generosa, pero jamás regala su trabajo. Y finalmente dijimos que el ganador no es una victima ni juega el papel de víctima. El ganador está enfocado en su trabajo y en lograr el éxito.
Hoy quisiera comentar un poco acerca de la estructura mental de un ganador.
La principal de todas es que ganar no es equivalente a no perder. El que juega a no perder es un sobreviviente, es alguien a quien le gana el miedo, le gana el temor, y solo hace lo necesario para alejarse del dolor. No hay capacidad de arriesgarse y por lo tanto nunca dará el paso al vacío.
La estructura mental del ganador se construye con hábitos, se construye incorporando a nuestra mente, poco a poco, maneras de pensar y actuar, en donde lo que logramos es vencernos a nosotros mismos.
Vencer el hábito de “dejarlo todo para después” cambiándolo por uno de “hagámoslo ahora mismo”.
Se necesita obligarse a uno mismo a crear un buen hábito y continuar con él. Digamos el hábito de levantarse a las 6:30 de la mañana e inmediatamente arreglar tu propia cama y tu habitación. Luego incorporar a tu ser la satisfacción de haber hecho algo bueno para uno mismo. Con esto se logra creer en uno mismo, creer en el poder de que sabes hacer las cosas bien.
Pero todos estos hábitos que creamos tienen que tener un propósito. Buscamos una respuesta a la pregunta ¿para qué hago las cosas?
Cada quien tendrá su propia respuesta.
En algún momento nos atreveremos a aceptar que no estamos conformes con lo que somos.
Que existe un vacío adentro de nosotros que debemos llenar. Que queremos cambiar, que queremos crecer, ser mejor de lo que ahora mismo somos.
Ésta es nuestra motivación, ahí está la fuerza que necesitamos para dar esos pasos que nos lleven al cambio.
Así que, entonces, nos damos cuenta que la lucha es con nosotros mismos. Que el único que nos puede cambiar es uno mismo. Y que el único que tiene el poder para cambiarnos es uno mismo.
Este poder nos dará claridad para entender como somos, para conocernos mejor, para ubicar donde estamos parados y hacia donde nos tenemos que mover. Por fin nos damos cuenta.
El paso siguiente tiene que ver con el compromiso que asumimos con nosotros mismos. Nadie esta diciendo que no puedes salir con tus amigos o amigas y divertirte.
De lo que se trata es que no importa a que hora te acostaste, el compromiso es levantarte a las 6:30 y arreglar tu cama y tu cuarto. Y así como eso, todo lo demás.
No hay pretextos, no hay víctimas. En tu mente solo existe un compromiso.
Primero te das cuenta de tu poder y luego asumes tu compromiso.
Y finalmente actúas “como si”.
Sientes en todo tu cuerpo no solo el poder de saber, de darte cuenta, sino también el compromiso con tus metas y propósitos, y ahora, además, sientes la certeza de que estas en el camino correcto y por lo tanto nada te hará desistir de alcanzar el éxito.
Y así, para cada una de las metas y propósitos que te has puesto a ti mismo, te conviertes en un guerrero. Una persona con tal empeño y convicción que nada le podrá desviar de aquello que le inspiro y le comprometió.
Finalmente te conviertes en una persona con una estructura mental fuerte y dirigida a éxito.
No perdamos la esperanza, ni la fe, hasta la próxima.