En México ahorrar nunca ha sido tarea fácil. Apenas 52% de los adultos declara tener algún tipo de ahorro, según la ENSAFI 2023, y de ese porcentaje, la mayoría lo hace con montos modestos, destinados a imprevistos o metas básicas. En un país donde menos del 40% de la población logra ahorrar de forma formal y sistemática, penalizar ese esfuerzo con más impuestos es, cuando menos, una contradicción.
Hasta 2025, los intereses que generaban las cuentas de ahorro estaban sujetos a una retención del 0.50%. El impacto era discreto, casi invisible para muchos. Pero el Paquete Económico 2026 eleva esa tasa al 0.90%, casi el doble. Lo que en números simples significa que por cada mil pesos de interés ganado, el ahorrador recibirá nueve pesos menos en lugar de cinco. En términos absolutos parece poco; en términos relativos es un castigo severo al único hábito financiero que debería incentivarse.
El gobierno estima con esta medida un incremento de la recaudación tributaria en 5.7% real, alcanzando el 15.1% del PIB, según cifras oficiales. En paralelo, busca ingresos frescos con la eliminación de deducciones a bancos y con impuestos adicionales a refrescos, apuestas en línea y videojuegos. El objetivo: fortalecer la caja pública sin una reforma fiscal mayor.
Pero aquí emerge la reflexión crítica: en un entorno de inflación convergente al 3% y tasas de interés objetivo alrededor del 7.75%, el rendimiento real de los pequeños ahorros ya es marginal. Con impuestos más altos, ese rendimiento puede volverse prácticamente nulo. En la práctica, el Estado no recauda de grandes fortunas financieras, sino de la clase media y trabajadora que mantiene su dinero en cuentas básicas.
La consecuencia previsible: desincentivar el ahorro formal y empujar a muchos hacia la informalidad o el efectivo, con mayor riesgo y menor productividad. Y a largo plazo, un país sin cultura de ahorro enfrenta fragilidad social: más dependencia del crédito caro, menos colchones de emergencia y menos capacidad de inversión en vivienda, educación o retiro.
La pregunta es inevitable: ¿qué resulta más caro, perder unos puntos de recaudación hoy o construir una sociedad sin ahorro mañana? El impuesto a los intereses no es un tecnicismo fiscal: es un mensaje cultural. Y hoy, ese mensaje parece ser que ahorrar ya no paga.