La 19ª Convención de la ASOFOM, encabezada por su presidente Javier Garza y su director general Jorge Avante, marcó un punto de inflexión para el sector financiero no bancario en México. Conscientes de su vulnerabilidad ante riesgos de lavado de dinero y financiamiento al terrorismo, las Sofomes anunciaron un Decálogo de autorregulación que busca fortalecer confianza, prevenir sanciones y elevar estándares internacionales.
El decálogo se compone de diez ejes centrales:
1) Gobierno corporativo con consejos independientes y estructuras accionarias claras;
2) Control interno con auditorías y procesos de cumplimiento;
3) Administración de riesgos con matrices y monitoreo continuo;
4) Ciberseguridad robusta frente a fraudes y ataques;
5) Conocimiento de clientes y accionistas (KYC) verificando listas negras y PEPs;
6) Diagnóstico de brechas para detectar debilidades;
7) Certificación y seguimiento bajo estándares de calidad;
8) Transparencia y rendición de cuentas mediante estados financieros públicos;
9) Inclusión y criterios ESG para una operación sostenible y equitativa; y
10) Compromiso ético con tolerancia cero a malas prácticas.
Los beneficios son múltiples: blindar la reputación institucional, evitar sanciones legales, atraer inversión con mayor facilidad, y ganar resiliencia operativa. Además, este marco de autorregulación fortalece la inclusión financiera: al garantizar procesos transparentes y éticos, las Sofomes pueden llegar a sectores marginados con mayor seguridad y confianza. De igual forma, envía una señal positiva a reguladores y organismos internacionales: el sector es capaz de autorregularse y asumir responsabilidades, evitando así la imposición de reglas externas más rígidas.
El reto no es menor. Cumplir con este decálogo implica invertir en capacitación, tecnología y sistemas, lo que genera costos inmediatos. Sin embargo, estos deben entenderse como inversión hacia la permanencia y credibilidad del sector. El mensaje de la ASOFOM es claro: sin confianza, no hay futuro. En un entorno global donde la transparencia y el cumplimiento son moneda de cambio, este paso sitúa a las Sofomes en el camino correcto, mostrando que la verdadera competitividad no solo está en otorgar crédito, sino en hacerlo con legitimidad, ética y responsabilidad.
El paso de la ASOFOM hacia la autorregulación es más que una medida técnica: es un acto de madurez institucional. Cuando una industria decide ponerse límites, no pierde libertad, gana futuro. Porque el crédito sin ética es deuda con la sociedad, y solo la confianza puede convertirlo en verdadero desarrollo.