Ante el asunto de la casa gris en Houston, hay quienes se preguntan si éste podría ser un punto de quiebre para el gobierno en términos de apoyo popular. Creo que vale la pena abonar algunos elementos sobre lo que nos han mostrado las encuestas de opinión durante este gobierno.
El episodio de la casa gris es de esos que encienden las alarmas en cualquier gobierno, un “escándalo” que ha requerido mucho tiempo y esfuerzo del propio Presidente en el manejo de crisis; tiempo que una ciudadanía exigente no necesariamente consideraría como trabajo efectivo, y esfuerzo que una ciudadanía crítica no necesariamente vería como acciones justificadas. Hay razones para pensar que habrá molestia y eso le podría restar puntos a la popularidad de AMLO.
Por otro lado, en nuestra realidad política actual se imponen los partidismos, y los seguidores de la 4T han cerrado filas en torno al líder. Y no me refiero a gobernadores, legisladores y militantes de Morena (cuyos mensajes de apoyo violan la veda de la revocación de mandato, como les hizo saber el INE), sino al nutrido segmento de la ciudadanía que es lopezobradorista en las buenas y en las malas.
Si en estos días de discusión pública sobre la casa gris se ha notado un cierto descontrol, una de esas pocas veces en las que el Presidente no trae la sartén por el mango, también se ha visto cómo seguidores más duros de la 4T han salido a expresar su apoyo. Y en momentos desmoralizantes, ese apoyo es fundamental, tanto en los deportes, como en la guerra, como en la política.
Lo que probablemente capten las encuestas en estos próximos días va a ser un fenómeno de polarización: simpatizantes afianzando su apoyo y opositores fortaleciendo su rechazo. No es un fenómeno nuevo, y de hecho las encuestas lo han captado muy bien a lo largo de estos últimos tres años aun sin “escándalos” de por medio, o por lo menos no del calibre de la casa gris. Me explico.
De 2019 a 2021, las encuestas han documentado un claro fenómeno de polarización en la aprobación presidencial: el porcentaje que aprueba al mandatario ha bajado de un año a otro, pero el porcentaje que lo aprueba mucho ha aumentado. Por otro lado, la desaprobación ha ido al alza, pero principalmente por el aumento entre quienes desaprueban mucho a AMLO.
En otras palabras, la popularidad presidencial se ha venido polarizando, toda vez que los extremos de apoyo o rechazo han aumentado. Con escándalos o no, con crisis de gobierno o no, esta Presidencia ha sido polarizante. Y podríamos esperar que lo sea aún más en una situación como la actual.
En la serie de encuestas mensuales de EL FINANCIERO, considerando promedios anuales para simplificar, se observa que quienes aprueban o desaprueban “mucho” el trabajo del Presidente representaban 20 y 10 por ciento en 2019, respectivamente; pero aumentaron a 21 y 16 por ciento en 2020, y a 29 y 20 por ciento en 2021.
Las posturas extremas en su conjunto crecieron de 30 a 37 por ciento del primer al segundo año de gobierno, y a 49 por ciento en el tercer año. La ciudadanía se ha venido polarizando en torno a AMLO. Cada año hay más mexicanos en los extremos de apoyo o rechazo.
En contraste, el apoyo o rechazo blando bajó de 68 a 60 por ciento entre 2019 y 2020, y a 48 por ciento en 2021. Mientras que los moderados han disminuido, los extremos han aumentado. Una clara polarización.
Se podría pensar que los partidarios de cada bando político son los que se polarizan, pero las encuestas indican que los apartidistas también se han polarizado: entre éstos, tanto el apoyo duro como el rechazo duro al Presidente han crecido.
Así que, si éste es un punto de quiebre, pienso que tendría que verse en ese segmento de ciudadanos apartidistas, en cómo los mueven las olas informativas de la casa gris, inclinando o no la balanza. Si baja la popularidad sería principalmente por el efecto de la casa gris en los apartidistas. Y ése es el segmento que pareciera que el spin control del gobierno ha dejado de lado, al enfocarse a movilizar el apoyo de los más duros. Veremos qué dicen las encuestas.