Estamos por cumplir dos años de pandemia. Ha sido un periodo complicado, incierto, desgastante, con múltiples factores que han detonado ansiedades, miedos, tristeza, malestar; pero también nuestro sentido de adaptación, nuevos ánimos y resiliencia, por decir lo menos. ¿Qué tanto han cambiado nuestras formas y estilos de vida debido a la pandemia?
De acuerdo con una encuesta de EL FINANCIERO, realizada en la Ciudad de México en febrero, 54 por ciento de las personas entrevistadas afirmó que su forma o estilo de vida ha cambiado “mucho” en estos últimos dos años.
Agregando esa porción mayoritaria a otro 27 por ciento que admite que sus estilos de vida han cambiado “algo”, ocho de cada 10 capitalinos adultos afirman que su forma o estilo de vida se ha transformado modesta o sustancialmente durante la pandemia.
Solamente 3 por ciento de entrevistados dijo que su vida no ha cambiado nada en estos dos años y 16 por ciento restante señaló que ha cambiado poco.
El estudio indica que quienes más reportan cambios en su forma o estilo de vida son las mujeres y las personas mayores de 50 años de edad. La diferencia por edades sugiere que, más allá de cuántos cambios se hayan experimentado en estos dos años, los jóvenes parecen ver dichos cambios con más naturalidad y menos extrañeza.
Otra pregunta de la encuesta revela que los cambios en las formas y estilos de vida durante la pandemia no han sido necesariamente positivos. Al preguntar a las personas si con los cambios en su forma de vida están, en balance, mejor, igual o peor que antes de la pandemia, 14 por ciento dijo estar mejor, 33 por ciento igual y 51 por ciento peor.
No son datos muy alicientes, pero reflejan la resiliencia de la gente. La pandemia nos ha forzado a cambiar, y esos cambios han significado, para la mayoría de las personas, un deterioro en su forma de vida, ya sea real o percibido, o ambos.
Si juntamos ambas preguntas, una tercera parte de los capitalinos (31%) afirmó que su forma de vida ha cambiado mucho y que los cambios han sido para empeorar. Solamente 7 por ciento afirma que su forma de vida ha cambiado mucho para mejorar. El saldo es negativo.
La encuesta revela que los aspectos de salud, tanto física como mental, son un diferenciador muy marcado en el deterioro que reportan los entrevistados en su forma de vida. Quienes han tenido en su familia contagios de Covid-19 son mucho más probables de decir que su forma de vida ha cambiado “mucho” y que hoy están “peor” que antes.
De igual manera, entre quienes reportan familiares fallecidos a causa del coronavirus la percepción de que su forma de vida se ha deteriorado es todavía más alta. Al parecer, la experiencia que más ha transformado negativamente las vidas de los capitalinos es la de perder a un ser querido ante el SARS-CoV-2.
Por otro lado, en términos de salud mental, quienes dicen haber sufrido alguna crisis psicológica en su hogar, alguna crisis nerviosa o depresión durante la pandemia, son más probables de decir que su forma de vida ha cambiado mucho, en un sentido de empeoramiento, que quienes no han sufrido ninguna crisis psicológica o emocional en su hogar.
Las experiencias negativas con la pandemia también reflejan la clase social, según muestra el sondeo. La clase baja capitalina reporta un mayor deterioro en su forma de vida que la clase media.
Estos datos sugieren que la pandemia ha tenido efectos diferenciados y desiguales. A unos les ha golpeado más que a otros y de diversas maneras, no sólo económicamente, sino también física y emocionalmente.
Mirando a nuestro alrededor, el hecho de ver a la mayoría de la gente con cubrebocas es ya un cambio notable respecto a dos años atrás. Pero la encuesta sugiere que las y los capitalinos han experimentado cambios quizá menos visibles, pero más profundos.
A dos años del inicio de la pandemia, vale la pena reflexionar sobre qué tanto y cómo ha cambiado nuestra forma de vida, como individuos y como sociedad; al hacerlo, algunos quizá veamos el pasado reciente con nostalgia; pero quizá también podamos mirar hacia adelante con anhelo.