“Desgraciados los tiempos en que los locos llevan de la mano a los ciegos”, William Shakespeare (El Rey Lear)
Ahora que estamos en tiempo de Santos y Difuntos, visionando una magnífica versión del Juan Tenorio de Zorrilla, me llamó la atención un pasaje. Una criada pregunta: “¿Y quién abre este castillo?”. Don Juan contesta, “Este bolsillo”, a lo que añade: “Con oro nada hay que falle”. Inmediatamente se me vino a la memoria, vayan ustedes a saber por qué, la técnica de sostén y apuntalamiento que, según nos dicen los datos, lleva bastante tiempo empleando Andrés Manuel López Obrador. Los programas sociales. Poderoso caballero, don Dinero, decía Quevedo en otro clásico. Y así, con más de la mitad de la población percibiendo dádivas, camina AMLO en eso que pomposamente llaman la Cuarta Transformación.
Pero he aquí que, de repente, la medición de SABA Consultores de este lunes nos informa de un tropezón para el Presidente, y también para su partido. Les confieso que iba a anteponer, casi mecánicamente, la palabra inesperado al acontecimiento, pero me he dado cuenta de que sería una denominación inadecuada. Hacía semanas que los datos mostraban un debilitamiento, si no intenso, sí continuado, que podía presagiar cambios. Lo que sucede hoy es que el Presidente cae súbitamente a la alerta negativa en aprobación, y sus calificaciones altas también lo hacen, aunque solo al grado de advertencia. Paralelamente, Morena se desploma en identificación, también hasta el aviso negativo, y cae más moderadamente en intención de voto. El detalle está en que, en este último caso, ningún partido se beneficia de ello, y en el caso de AMLO, ni su desaprobación ni sus calificaciones bajas aumentan. Es decir, es un desencanto entre los propios seguidores, probablemente entre los menos acérrimos, o entre aquellos que empiezan a decir “me canso, ganso”.
Pero hay algo más. En todos los casos, en los hipocentros aparecen favoreciendo a AMLO los perceptores de programas sociales, algo que no es nuevo. Lo que sí es novedad es que, en el lado contrario, aparezcan quienes no los reciben, un sector habitualmente pasivo en estas lides. Habló el Dr. Borrego, atinadamente, de la envidia, mal que aqueja con especial virulencia a los hispanos, heredado desdichadamente de la madre patria. Cabe también la posibilidad, que no excluye lo anterior, de que cada vez sean más quienes necesitan tales dádivas. Y de que el oro ya no esté alcanzando a cuantos reúnen las condiciones, con la consecuente irritación de los excluidos con quien reparte pero no cuenta o no puede contar con ellos. La economía está empezando a no tener tan buen rostro como proclama el apellido de la titular de la secretaría correspondiente, y de hecho ha escalado a la segunda preocupación ciudadana, solo por detrás de la inseguridad.
El otro punto interesante es la repentina alerta favorable de Monreal en la carrera de “corcholatas”, al tiempo que Claudia y Marcelo revierten los avisos positivos previos. Ricardo anda aún bien lejos de los puestos de cabeza, pero su pugna con Sansores (que es gente de Sheinbaum) parece haberle reportado algún rédito. Mientras, el otrora moderado secretario de Gobernación, sigue repartiendo discordia y ejerciendo de poli malo, estridente y faltón. Hay quien dice que es estrategia electoral, yo soy más de pensar que les hace falta crispación y polarización para que don Andrés se sienta en su ambiente. Mas quizá esa estrategia ya no esté, igual que el oro, funcionando con tanta rentabilidad. El respaldo, aun así, sigue siendo abrumador. Y siempre quedarán, claro, los más contumaces, que no son pocos. Ya lo dijo Santayana: fanático es aquel que redobla el esfuerzo después de haber olvidado el objetivo.
El desencanto se está dando entre los propios seguidores de AMLO, probablemente entre los menos acérrimos, o entre aquellos que empiezan a decirle “me canso, ganso”.
02/11/2022