Alejandro Moreno
A veces los pasos que da el partido son más grandes, a veces más chiquitos, pero sà parecen ir al compás de la popularidad presidencial.
Muchos pueden apreciarle el ánimo y la motivación al Presidente cuando dice que se domó la epidemia o que ya estamos saliendo de ella, pero los hechos dicen otra cosa.
El discurso sobre las diferencias de clase está retomando centralidad en México en estos tiempos. Ello se debe, en parte, a los efectos que podrÃa tener la pandemia y abrir aún más la desigualdad en el paÃs.
Los que están más enterados de lo que sucede son los que están, a su vez, más preocupados. Visto de manera inversa, el que nada sabe nada teme.
La percepción de amenaza por el COVID-19 sà contribuyó a jalar la aprobación de López Obrador hacia arriba, pero el efecto luce modesto, aunque en lÃnea con lo que se ha visto en otros paÃses.
La preferencia por el conocimiento y la preparación es hoy casi cuatro veces mayor que la preferencia por un lÃder cercano al pueblo.
Lo cierto es que esas tÃpicas variables de orientación polÃtica y estatus socioeconómico están desplazadas a un segundo plano por otra variable más fuerte en estos momentos.
Las diferencias ideológicas están muy marcadas en cuanto al apoyo o rechazo a las medidas restrictivas de aislamiento social.
Lo que podrÃa resultar más preocupante para el Presidente y su gobierno no es la división de opiniones en torno a su aprobación, sino las sumas y restas de apoyo en otros indicadores de percepción.
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