En términos especializados meta jurídicos, de la elección en México del pasado 2 de junio, AMLO hizo un mega cagadal. No es de extrañar, ha sido el leitmotiv de su existencia, desmadrar todo lo que toca.
Su injerencia en el proceso electoral fue tan burda y descarada, como innecesaria. Su sola popularidad, la polarización, sus agradecidos y resentidos, eran elementos más que suficientes para ganar limpiamente, pero optó por ensuciar la elección, ¡por ensuciar el triunfo de Claudia!
Y ahí tenemos a esos pobres desgraciados Ministros del Tribunal Electoral, que por una parte consignan que AMLO intervino en la elección, violando múltiples veces la Constitución y alterando las condiciones de igualdad en la competencia, y por otra parte, declarando a Claudia triunfadora de manera clara, legal y contundente. ¡De plena locura!
Ahora se aprestan a determinar la asignación de plurinominales, basados en resultados manchados también por las barbaridades de AMLO, y pretende la 4T mamar y dar de topes con la sobrerrepresentación.
Si la consiguen, aplicarán el Plan C, que será garantía de que muchos mexicanos estaremos chingándoles la madre día y noche, y no faltarán algunos locos que se pongan agresivos.
LA TRANSA PROPUESTA POR EL BIEN DE LA PATRIA
Es muy simple: Por una parte nos hacemos pendejos con las ilegalidades en el triunfo de Claudia, no la fastidiamos, le garantizamos condiciones de gobernabilidad, y por la otra, se olvidan de la sobrerrepresentación, se quedan con su mayoría simple, y nos vamos con tiento en las reformas constitucionales.
Si seguimos jugando a la polarización, de manera natural surgirán liderazgos cada vez más locos que podrán conducirnos a la inestabilidad, a la confrontación, a una mayor pobreza y a que se despierten apetitos intervencionistas para chingarnos otra vez.
¡No nos apendejemos! Claudia podría ser la presidente de la transición a la racionalidad y a la concordia nacional. ¡Siempre será mejor un mal arreglo que un buen pleito!