¿Por qué matan periodistas?

Rogelio Ríos

MIRADA AL MUNDO
La violencia contra la crítica periodística, necesaria en toda sociedad, se puede explicar por el odio, la ira ciega y la venganza de los que, desde el poder, la repudian, como lo hace AMLO en sus mañaneras.
18/03/2022

El asesinato en Michoacán de Armando Linares López, el 15 de marzo, apenas unos pocos meses después de que denunciara el homicidio contra uno de sus colegas en el portal Monitor de Michoacán (Roberto Toledo, en enero) y exigiera a las autoridades que cumplieran con su deber de salvaguardar la integridad física de los comunicadores, pone en evidencia el clima violento y de impunidad para los agresores que buscan acallar las voces críticas de la prensa. Han ocurrido ocho asesinatos de periodistas en lo que va transcurrido de este año.

Cuán razón tenía el Parlamento Europeo en su reciente resolución sobre la situación de los periodistas mexicanos: México, desde hace mucho tiempo, "es el país más peligroso y mortífero para los periodistas fuera de una zona de guerra".

No sólo eso, sino que los ofrecimientos de cooperación y recursos de la Unión Europa al gobierno mexicano para abordar de emergencia la extrema violencia contra periodistas, no fueron escuchados, sino descalificados.

Tal vez Armando hubiera salvado la vida si se hubieran adoptado medidas protectoras de emergencia para los periodistas amenazados. Eso ya nunca lo sabremos, pero su muerte no será en vano porque el alto precio que él pagó marca un punto de no retorno para los periodistas mexicanos.

No tienen ellos y difícilmente tendrán en el corto plazo la protección que necesitan de parte de las autoridades de todos niveles. El ambiente de hostilidad contra los comunicadores seguirá creciendo ante la indiferencia de los líderes políticos.

¿Por qué matan a los periodistas?, me pregunto con rabia y frustración. A la mano están las respuestas habituales: desenmascaran a corruptos, quitan el velo a las actividades del crimen organizado, revelan la ineptitud de los gobernantes, nos muestran la cara negra del descontento social, la discriminación, los abusos sexuales, la violencia familiar, en fin, al mundo tal como es.

No bastan esas respuestas, sin embargo, hay algo más. ¿Es el odio, la ira ciega y la venganza de los que, desde el poder, no reconocen a la crítica periodística como necesaria para representar y defender a la sociedad?

No es cosa disparatada hablar del odio. Justo en estos días me puse a releer el espléndido relato "Los Periodistas", de Vicente Leñero, esa legendaria crónica novelada de los días del golpe a Excelsior en 1976 bajo la Presidencia de Luis Echeverría.

En una parte de su relato, Leñero describe una visita de Julio Scherer al expresidente Luis Echeverría en el Centro de Estudios del Tercer Mundo, en la Ciudad de México, poco tiempo después del golpe a Excelsior orquestado, ahora se sabe, desde la presidencia nacional.

El motivo de la visita era la posibilidad de realizar un reportaje para la naciente revista Proceso (refugio de Scherer y los expulsados de Excelsior) sobre el Centro y las exposiciones que albergaba, pero muy pronto la conversación saltó a otros terrenos: "Deja de provocarme, ¡qué necedad la tuya! Deja de provocarme, Julio, te lo advierto", explotó Echeverría de buenas a primeras y sin motivo.

"Si quieres saber sobre lo del Premio Nobel ven a preguntármelo a mí y te doy toda la información. Yo no intrigué con nadie, qué tontería", clamaba Echeverría.

Leñero relata que Scherer le rebatía una y otra vez a Echeverría sus acusaciones. "Aunque ya no seas presidente sigues siendo un hombre público y todo lo que haces es importante, periodístico. Yo soy periodista", le reiteraba, pero era inútil: Echeverría no escuchaba, sólo persistía en su monólogo de acusaciones.

"Eres un soberbio, Julio," agregó Echeverría. "Nunca pensé que fueras capaz de odiar tanto. Odias a todo el mundo. Sólo vives para odiar y seguirás odiando hasta el día de tu muerte… ¿por qué tanto odio?".

A duras penas se contuvo Scherer de perder los estribos. En realidad, aquello de lo que Echeverría acusaba a Scherer era lo que lo invadía a él mismo y lo llenaba de ira, como si no fuera vox populi su responsabilidad en las matanzas del 2 de octubre de 1968 y el Halconazo de 1971: su reputación perdida no la recobrará jamás en lo que le queda de vida.

De ese encuentro a la fechas han pasado cinco décadas, pero la pregunta de Echeverría, "¿por qué tanto odio?", sigue resonando en las conferencias matutinas del Presidente López Obrador, quien con frecuencia la usa como reclamo a sus críticos y a los medios de comunicación: ¿por qué me odian?

Entre acusaciones de odio y reclamos emocionales, los periodistas mexicanos siguen muriendo asesinados sin protección ni garantías: ése es el tema, más allá del odio. Descansen en paz los caídos.

Rogelio.rios60@gmail.com



ROGELIO RÍOS estudió Relaciones Internacionales y es periodista de opinión sobre México y el mundo.

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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