En un viaje turístico reciente a la ciudad de Nueva York, en medio de mi descubrimiento personal de la Gran Manzana, pude comprobar uno de mis hondos temores con respecto a México y su imagen en el exterior: el riesgo de volvernos irrelevantes como país para el resto del mundo se está cumpliendo.
No hubo en los noticieros televisivos que capté en el cuarto del hotel, entre los descansos de las largas caminatas por la urbe, más que una sola nota dedicada a México, repito, una sola nota.
¿Y saben cuál fue? Se trató del ataque y asesinato de dos policías municipales en Nuevo Laredo a manos de criminales, grabado en video y difundido extensamente en la Unión Americana.
No escuché mencionado el nombre de México o los temas mexicanos entre la infinita cantidad de conversaciones que recogí en restaurantes y cafeterías, el Metro y los Buses, en calles y avenidas, museos, la visita obligada al World Trade Center, etcétera.
No es posible, pensaba, que esto esté sucediendo. De veras, ¿México, su imagen, el gobierno, la gente y la cultura están ausentes en el interés neoyorquino?
En una de las grandes ciudades de los Estados Unidos, ciertamente el símbolo de ese país y una metrópoli de trascendencia mundial, ¿por qué no se habla de México y de su estatus de socio comercial privilegiado y vecino geográfico de los estadounidenses?
Al salir del territorio mexicano y con la perspectiva que proporciona la distancia física, ¡qué poco peso tiene hoy el nombre de México! ¡Qué pequeños y patéticos se ven tanto el nivel de su debate público como la calidad de sus políticos y gobernantes!
Ahí vamos los turistas mexicanos con el orgullo de nuestro país a cuestas, pero sólo lo vemos reflejados en las sonrisas de cocineros y meseros de restaurantes que, por lo general, provenían de Puebla y no paraban de chambear con la sonrisa en el rostro sudado.
¿Quién tiene la culpa de la invisibilidad de México en el exterior?
La respuesta corta es que el gobierno actual lleva una buena parte de culpa por su inexplicable tendencia al aislamiento de foros y organismos internacionales, a cuya asistencia contínuamente se negó a lo largo de cinco años.
Además, la proclividad del presidente López Obrador a denostar públicamente al gobierno de Estados Unidos, a rehusarse a cumplir las reglas del TMEC, a intervenir constantemente en sus asuntos internos, ha creado una muralla de indiferencia estadounidense hacia los asuntos mexicanos.
La cosa no para ahí. La respuesta larga a la pregunta que me hago abarca a gobiernos anteriores y sus acciones diplomáticas insuficientes y fallidas, pero también a una sociedad mexicana (empresas, ONGs, líderes de la sociedad civil, activistas políticos, etcétera) que no ha sabido conquistar plenamente el interés de los estadounidenses hacia el país vecino ubicado al sur de la frontera.
Abarca también a los medios de comunicación mexicanos que no dan peso ni cobertura suficiente a las noticias internacionales ni a la rica afluencia de información generada en Estados Unidos que tiene relación con México.
Los medios mexicanos se contentan también con el mundillo de los políticos y la politiquería interna, con la “grilla” y las frases diarias de los gobernantes que ocupan el lugar de las noticias sobre hechos.
Es el periodismo de frases, de recoger declaraciones en las conferencias de prensa y llenar con esa paja los espacios informativos.
Cuando observamos otra clase de periodismo, en otros países, nos damos cuenta de por qué México ha perdido peso internacional y es casi irrelevante en los Estados Unidos.
Esos medios foráneos no se detienen en registrar declaraciones de funcionarios y tomarlas tal cual para publicarlas (salvo honrosas excepciones), sino que investigan, analizan datos. exprimen a sus fuentes, acuden a verificar los hechos, interrogan a testigos y víctimas.
Cualquier cosa que diga un presidente de México, aunque sea la mayor mentira imaginada, es nota de titulares en México. No lo es en el resto del mundo, no lo es en los grandes medios de comunicación internacionales.
Por eso, entre otras cosas, nos volvemos invisibles: ¿a quién le importan las declaraciones de políticos mexicanos de dudosa veracidad?
No le importan a nadie en Nueva York.