La intención del libro “El Camino de México” (Aguilar, 2023), de Marcelo Ebrard, es eminentemente política: lanzar su plataforma para pelear la candidatura de MORENA a la presidencia de la república en 2024 y presentarse como el heredero legítimo de Andrés Manuel López Obrador.
Ahí reside su mayor virtud, pero también su carencia: le sobra cálculo político, le falta rigor académico; le sobra pleitesía a AMLO, le falta autocrítica sobre su gestión como presidente y, sobre todo, la calidad de su visión sobre México y liderazgo político.
Como plataforma de campaña y relato a mano propia de su trayectoria política, la obra es muy útil para dar a conocer aspectos de la vida privada de Marcelo que nunca había manejado en público. Su larga trayectoria en el sector público, por otra parte, queda bien definida: nadie duda de su capacidad de gestión administrativa en cargos de alta responsabilidad.
¿Por qué le falta academia? Yo esperaría de un egresado de El Colegio de México no un poco, sino bastante autocrítica y una narrativa menos ligera en pasajes clave de su gestión pública en los cuales él parece ser el único protagonista (por encima incluso de AMLO), por ejemplo, en la relación con Estados Unidos.
Olvidó quizá Marcelo que del lado estadounidense hay versiones contrarias a la suya en las personas de Donald Trump y Mike Pompeo respecto a las negociaciones sobre sanciones arancelarias y política migratoria. O que en el incidente sobre la liberación del General Salvador Cienfuegos hay diversas narrativas de alto rigor periodístico, tanto en Estados Unidos como en México, que contradicen directamente su descripción de los hechos.
En fin, él no escribió como académico sino como político. Me muevo entonces a ese terreno. En la parte final del libro (“Lo que sigue”) se resume su proyecto político en una visión que lo ubicaría en el terreno de los socialdemócratas europeos (recuerdos quizá de su participación en el Partido del Centro Democrático), pero con el añadido mexicano de una fuerte dosis de nacionalismo (sí, el tradicional nacionalismo de taco, tequila y sombrero) con la que intenta probar que él es el legítimo heredero de AMLO, por sobre los otros aspirantes al título.
“Podríamos tener el mejor de los mundos: un Estado dedicado a garantizar el bienestar social, la seguridad general y la infraestructura y energía, y al mismo tiempo un mercado en expansión de inversiones y desarrollos. Y como consecuencia, una caída sistemática de la pobreza”, nos explica en una parte de su obra.
Agrega, además que “necesitamos dar lugar a una etapa constructiva, a la década (2024-2034) que habremos de ganar para México”.
Supongo que Ebrard nos da a entender no sólo que MORENA ganará con él la presidencia de la república en 2024, sino también al menos el sexenio que le seguiría (2030-2036). La etapa “constructiva” seguirá a lo que ha hecho AMLO: sentar las bases de la Cuarta Transformación.
“Tuve el privilegio de participar en la Cuarta Transformación…. lo que sigue es la etapa constructiva… llevar hasta su máxima capacidad su potencial constructivo y esperanzador. Lograr que se concreten todos sus fines”, escribió Ebrard.
En ese punto es donde Marcelo reclama la herencia a AMLO como una especie de primogénito político, aunque su entrada a la política y formación intelectual se la debió realmente a su mentor Manuel Camacho.
¿Le creerá López Obrador la sinceridad del reclamo para que lo anote en su testamento político? No lo sé. Por lo pronto, Ebrard teje a lo largo de su libro una narrativa de lealtad incondicional (uso deliberadamente esa palabra) a la persona y el proyecto de López Obrador que le gana en intensidad a la de Tatiana Clouthier, que ya es mucho decir:
“Andrés me demostró su grandeza humana tanto en la lucha política como en la relación personal conmigo. Nunca lo olvidaré… la adversidad nos hizo, como ha dicho, hermanos”, afirma el autor.
Finalmente, Marcelo hace énfasis en que la presidencia de la república es su mayor anhelo (“para transformar a México”) desde que tenía 15 años. Es su única apuesta, el caballo ganador, todo o nada.
Si lo logra, su bien escrito libro “El Camino de México” (cuya lectura recomiendo ampliamente), nos dará una guía al estilo de liderazgo presidencial de Marcelo que será una continuación del lópezobradorismo con algunas ideas frescas, por lo que se ve. Si no lo logra, ¿terminará su carrera política? ¿No hay vida después de AMLO?