Pasan los años (o se me quedan encima, ya no sé) y no dejo de sentir en cada mes de septiembre el gusanito de la celebración de las Fiestas Patrias, como se les nombraba en los antiguos libros de texto en que aprendà mis primeras letras.
Me anima no sólo la expectativa de un tequilita y cheves frÃas, el pozole y las enchiladas, la carne asada y el cabrito, en las reuniones de familia y amigos para “dar el Grito†el 15 de septiembre y sentirnos -por unas horas al menos- personas unidas por el lazo de la tierra mexicana, que es más fuerte que cualquier otro.
Además, saco de mi biblioteca de Spotify las listas de música mexicana que cada año rescato o modifico para agregar canciones y que, de vez en cuando, canto a pleno pulmón junto con José Alfredo Jiménez. No me lo van a creer, pero ¡hacemos buen dueto!
Durante todo el mes de septiembre, me pongo también en modo de reflexión sobre ese concepto tan elusivo de la “mexicanidadâ€. ¿Cómo puede sentirse mexicano un hombre o mujer de Yucatán frente a otro de Chihuahua?
¿Qué une realmente a un regiomontano de clase media con un indÃgena tzotzil en Chiapas?
¿Es más “mexicano†el chilorio sinaloense que la barbacoa de borrego en Texcoco?
En fin, ¿no estaremos viviendo los mexicanos en una ilusión de tener una Patria común?
¿Existe México en verdad? ¿O se rompió por siempre toda idea de una cultura común entre todos los mexicanos?
En ese punto de mis reflexiones, cambio la playlist de José Alfredo y Lola Beltrán por el álbum “México en la piel†(2004), cantado y producido por Luis Miguel bajo la dirección artÃstica del maestro Armando Manzanero.
Son una delicia las canciones (“Si nos dejanâ€, “Cielo Rojoâ€, etcétera), las interpretaciones de Luis Miguel en plenitud vocal no tienen comparación y, en particular, la canción que da tÃtulo al álbum; “México en la pielâ€, escrita en 1990 por el compositor mexicano José Manuel Fernández Espinosa, hijo de padre cubano y madre mexicana, es excelente.
Al llevarnos de la mano por todo el territorio nacional, Fernández Espinosa lo hace resaltando algún oficio o producto local del ingenio artesanal de México.
Al compás de una hermosa melodÃa y de la interpretación magistral del Mariachi Vargas de Tecalitlán, con la voz de Luis Miguel se me enchina la piel de recordar algunos de los lugares en donde he vivido y por la ansiedad de conocer los que me faltan.
Asà se siente México, asà se lleva a México en la piel, nos dice Fernández. Yo capto de inmediato el mensaje: es en nuestro corazón en donde existe México, no en nuestra mente.
La razón me dice que México es una ilusión polÃtica forjada artificialmente por la historia en fronteras establecidas por intereses polÃticos que, desde la clase gobernante, se utilizan para dominarnos: atole con el dedo.
El corazón me dice que no es asÃ, que la idea de México viene desde los corazones de los mexicanos que, con sombrero norteño o huipil, mantienen vivo el fuego de sentirse nativos de un suelo local, pero parte del alma nacional: mezcal con gusanito.
Sólo desde el corazón se puede aguantar la tragedia en que se ha convertido México:
Un cementerio gigantesco de fosas clandestinas y más de 100 mil personas desaparecidas.
Un molino de carne en el que han sido asesinadas más de 160 mil personas en este sexenio, más las que lo fueron en los anteriores.
Un panorama aborrecible de corrupción e incompetencia entre nuestros gobernantes, empezando desde el presidente López Obrador hasta llegar al presidente municipal más humilde.
Suave Patria, dirÃa López Velarde. Pobre Patria lastimada, le agrego de mi parte, como cuando le hago segunda voz a José Alfredo.
Asà se siente México: cielo rojo y tormenta, volcanes en erupción; la ternura de una madre, el beso de una abuela, el recuerdo de mis padres.
Una brisa ligera hace ondear a la hermosa bandera tricolor, a pesar de todo, en el verde de la esperanza.