Una forma de aclarar y quizá resolver el embrollo en que se ha convertido la candidatura de Victoria Rodríguez Ceja al puesto de gobernadora del Banco de México, propuesta por el Presidente López Obrador, en medio de cuestionamientos amplios sobre su insuficiente perfil para el cargo y su cercanía a AMLO que pondría en riesgo la autonomía de la institución, es la de apelar a la honestidad intelectual.
Victoria es economista egresada del ITESM Monterrey y cursó una Maestría en Economía en El Colegio de México, a partir de lo cual hizo carrera en la administración pública, primero en el Gobierno del entonces DF (junto a funcionarios de prestigio como Carlos Urzúa) y luego a nivel federal; lleva una muy buena trayectoria e imagen públicas. No la conozco en lo personal, pero comparto con ella mi paso por el Colmex (LRI 1981) y la experiencia de haber sido profesor de cátedra en el ITESM Campus Monterrey.
Tanto el Tec de Monterrey como el Colmex incorporan en sus procesos de enseñanza y de trabajo académico para profesores, investigadores y alumnos el valor de la honestidad intelectual, definida en el Código de Ética de la UNAM (y compartida por otras instituciones) como “apegarse en la búsqueda, ejercicio, construcción y transmisión del conocimiento, así como ser honesto sobre el origen y las fuentes de información que emplean, generan o difundan”.
No recuerdo énfasis mayor de mis profesores en el Colegio sobre los alumnos que el de ser genuinos, es decir, pensar y actuar por nuestra cuenta en las tareas académicas dando el debido crédito a quienes generan ideas y teorías como nuestros referentes. Podía uno ser más listo o no, más imaginativo o no que los compañeros de aulas; lo que importaba, en primer término, era ser sinceros con nosotros mismos y con los demás, es decir, practicar la honestidad intelectual.
La honestidad no termina, por supuesto, en las aulas. Proyectada al ámbito de gobierno, se espera que la ética no sucumba al manejo político, al intenso ritmo de la política, los líderes, los partidos políticos y las decisiones que se toman, casi siempre, sobre la marcha y a la carrera. Se espera, porque ha sido parte fundamental de la formación de los estudiantes, que los ahora profesionistas mantengan su integridad intelectual aun en medio de la tormenta o a la vista de beneficios personales magníficos.
De otra manera, quienes fracasan no son solamente los profesionistas, sino las escuelas que los educaron; no mantener la honestidad intelectual daña el prestigio de las personas y de las instituciones que los educaron.
Óscar Diego Bautista (del Centro de Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades de la UAEM), escribió recientemente sobre la ética pública que “todo servidor público con ética debe tener plena conciencia de cuál debe ser su comportamiento, el cual se traduce en actos concretos orientados hacia el interés de la ciudadanía”.
Agrega Bautista que “cuando esto no es así, significa que su comportamiento opera en sentido contrario: en lugar de servir a la comunidad política se sirve de ésta para fines personales o de grupo”.
Concluye el investigador diciendo que “si los actos se ajustan al conocimiento ético, es posible contar con servidores públicos responsables, verídicos, honestos, confiables, eficientes. Dichos comportamientos a su vez pueden verse reflejados en la operación de las instituciones, cuando se alcanzan las metas y objetivos planteados.” (En Olavarrieta, Gándara y Máttar. “Futuros México hacia 2050”. México: Editorial Debate, 2021).
Trato de ponerme en los zapatos de Victoria y veo su dilema: ¿Cómo declinar la postulación a uno de los cargos cumbre (Gobernadora del Banco de México) de un economista dedicado al servicio público en México? ¿Cómo decirle NO al Presidente de la República? Sobre todo, ¿cómo reconciliar toda su formación académica, honestidad intelectual y ética de servicio con el involucramiento en una maniobra política del Presidente (el intento de control del Banco de México)? ¿Debe aceptar la postulación a toda costa con tal de apoyar un proyecto político y, de paso, avanzar en su vida profesional? ¿Está preparada intelectual y moralmente para presidir Banxico?
Es fácil perderse en esas cavilaciones, pero un camino seguro es recordar los que nos ha forjado como profesionistas egresados de instituciones de alto prestigio: la honestidad intelectual.
Cada quien sabe sus posibilidades y límites. Victoria, seguramente, conoce perfectamente bien los suyos y tiene plena conciencia del rumbo en el cual se está metiendo. Al momento de escribir estas líneas, su candidatura sigue en pie y espera ser votada en el Senado con la casi segura aprobación por votación mayoritaria de Morena. Después de eso, su vida personal y profesional no será la misma ni la imagen del ITESM y el Colegio de México quedará intacta, pues ¿cómo pueden producir esas escuelas egresados sin una sólida formación para la ética pública?
¡Vaya dilema! Yo confío todavía en la sensibilidad de Victoria, la ex alumna del Colmex, para que tome la decisión correcta.