En uno de sus juegos de palabras recurrentes, el presidente López Obrador distorsiona el nombre de una organización respetable y la llama “Mexicanos a Favor de la Corrupción y la Impunidad”, creyendo quizá que con su sola palabra bañará de desprestigio a quienes la conforman.
El nombre correcto es Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI, 2015), la cual se presenta como “una asociación civil sin fines de lucro, comprometida con la consolidación del Estado de Derecho en México a través de una agenda integral dedicada a prevenir, denunciar, sancionar y erradicar la corrupción e impunidad sistémicas que prevalecen en los sistemas público y privado de nuestro país. (Ver www.contralacorrupción.mx).
La extraordinaria labor de investigación y divulgación periodística de casos de corrupción desde el sexenio de Enrique Peña Nieto y el actual de Andrés Manuel López Obrador, ha convertido a MCCI en blanco de ataques gubernamentales en la forma de acusaciones de evasión fiscal (en 2021) no comprobadas por las autoridades y, recientemente, en la persona de María Amparo Casar, prestigiada académica que preside a la ONG.
El ataque presidencial en contra de Casar alcanza niveles de ilegalidad en la difusión de sus datos privados y bajeza moral en torno a sospechas infundadas sobre la muerte de su esposo, funcionario de Pemex, en el año 2004.
No repetiré aquí los pormenores del caso, pues ya han sido ampliamente difundidos por analistas, periodistas y medios de comunicación.
Me enfoco a dos cosas: la resiliencia de MCCI va a trascender al gobierno actual sin merma de su valiosa labor en el combate a la corrupción; en segundo término, el ataque vicioso sobre la integridad personal de Casar no hará mella en su reputación.
Me dirán que no le doy peso suficiente a la capacidad de AMLO de echar, literalmente, encima de una persona todo el peso de su aparato burocrático, pero no es así.
Nada de lo que haga o diga el presidente de la república hoy en contra de Casar y MCCI borrará los múltiples señalamientos de corrupción en contra de su gobierno y de su persona y círculo familiar.
Nos explica MCCI en su portal algunas cosas importantes sobre el origen de sus recursos económicos que vale la pena resaltar:
“Con el fin de garantizar la independencia y libertad de los investigadores... así como la seguridad e integridad de nuestros donantes, la identidad de los mismos no es divulgada ni al interior ni al exterior de la organización”.
“Las donaciones que nuestra organización recibe... no generan derechos ni injerencia, directa o indirectamente, sobre la toma de decisión en nuestras actividades o funcionamiento”.
“MCCI no recibe fondos de los partidos políticos ni de los gobiernos federal, estatales o municipales“.
“Todas las donaciones que recibe MCCI son usadas para financiar las actividades cotidianas de la organización, observando principios de eficiencia y racionalidad del gasto”.
Mucho tiempo después de que haya terminado la gestión de gobierno de López Obrador, MCCI, María Amparo Casar y quien la suceda al frente de la ONG seguirán realizando su labor de investigación sobre la corrupción pública y privada en México.
Quienes sí dejarán un legado positivo a la sociedad mexicana serán los integrantes de MCCI, pues habrá constancia documental de sus investigaciones y señalamientos a los gobiernos corruptos.
No sólo eso, sino que su modelo de gobernanza y nivel de eficiencia como ONG establecerán, inevitablemente, un contraste agudo con el modelo de gobierno morenista.
Hay de legados a legados.
¿En dónde estarán entonces López Obrador, Octavio Romero y Raquel Buenrostro (quien acusó a MCCI de evasión fiscal en 2021), por mencionar a algunos de quienes han denostado directamente a la ONG?
Figurarán tal vez, si les va bien, en los libros de texto como estudio de caso de lo que no se debe hacer en la gestión gubernamental y en el liderazgo de una nación: ¡combatir al combate a la corrupción!
El poder es efímero. El trabajo por la sociedad es permanente.
Mi solidaridad con MCCI y María Amparo Casar en esta hora de difamaciones: ¡resistan!