En la galería de los personajes populares más queridos de México se abrió, sin duda, un lugar de privilegio para Héctor Suárez, fallecido el 2 de junio a los 81 años.
Actor de teatro, cine y televisión, creador de personajes inolvidables en sus series de televisión (“¿Qué Nos Pasa?”), Don Héctor recogió de sus raíces populares tanto al noble como el gandalla, al burócrata perezoso como el agente de tránsito insaciable con las mordidas.
Ejerció la comicidad como una vía para la crítica política y social a los gobernantes, diputados, políticos de toda laya; además, exhibió a los mexicanos que se colaban en las filas, que arrojaban basura a las calles, que no cuidaban a su comunidad ni a su ciudad.
Para todos tuvo Don Héctor, repartió sus naipes sin discriminar. Lo hizo con una integridad personal a toda prueba y manteniendo su congruencia en la crítica a los poderes establecidos, a Presidentes desde Gustavo Díaz Ordaz hasta Andrés Manuel López Obrador. No se le aflojó ninguna tuerca.
Tuve oportunidad de verlo actuar en el Teatro Insurgentes, en la CDMX, hace años en una puesta en escena de la obra “La Libélula” (1999) junto con Carlos Bracho y Daniela Romo, en un papel que me sorprendió gratamente, pues lo tenía yo catalogado injustamente como comediante de televisión, ¡de lo que me había perdido!
No por nada se había forjado en el teatro bajo la tutela de Carlos Ancira, participando en montajes de obras de autores clásicos como Kafka, Ionesco y Strindberg.
En el cine, lo empecé a ubicar como actor destacado en el gran papel que hizo en “Mecánica Nacional” (1972, ganadora del Premio Ariel, de Luis Alcoriza), en la cual compartió foro con actores como Manolo Fábregas y Sara García.
En esa película, Suárez tomó el papel del mexicano gandalla (el Goyo), que a todo el mundo le avienta el carro para ganar el paso, que viaja con la amante y porta pistola al cinto, prepotente y abusivo, un mexicano como muchos que hay por ahí en las calles.
Después lo vi en otras películas en papeles principales: “Lagunilla Mi Barrio (1981, de Raúl Araiza), junto a Leticia Perdigón, en donde Suárez tomaba el papel de “El Tirantitos”, un tipo luchón como muchos en el tradicional barrio capitalino.
Uno de sus personajes que más me impactó fue “El Mil Usos” (1981, Roberto G. Rivera) película ganadora de tres Diosas de Plata en donde Suárez encarnó a un personaje (Tránsito Pérez), un migrante del interior del país que llega a la Ciudad de México, la gran capital, a pasar una serie de adversidades que lo mueven a pensar si no sería mejor regresar a su pueblo.
En esa época, el tema de la migración de los mexicanos a la Ciudad de México estaba a debate, y los capitalinos expresaban de muchas maneras su rechazo a los recién llegados a sus calles.
El personaje de “Mil Usos” dibuja precisamente al mexicano de bajos recursos, de espíritu provinciano y escasa educación que no repara en dedicarse a cualquier cosa, literalmente a mil y un oficios, con tal de ganarse el sustento.
No deja de trabajar sin descanso, no baja la guardia, pero a pesar de eso su situación, lejos de mejorar, va empeorando cada día, el círculo de la pobreza y la ignorancia lo tiene prisionero de una vida destinada a ir de fracaso en fracaso.
Es triste pensar en cuántos millones de mexicanos no habrá como el “Mil Usos”, dispuestos para todo, pero buenos para nada. No es que no quieran prosperar, es que no encuentran el camino para hacerlo. Su situación económica y social les impide siquiera levantar la vista a otra cosa que no sea conseguir unas monedas y un taco con que llenar el estómago cada día.
Se nos fue Héctor Suárez, nadie como él para mostrarnos, con sus personajes, el espejo de lo que somos con todos nuestros defectos y virtudes.
México está en deuda con el “Mil Usos”, ni duda cabe.
Descanse en paz.
