Creo que la emergencia ocasionada por el Covid-19 nos ha hecho darnos cuenta de la fragilidad de lo que consideramos “normalidad”.
De un día para otro tuvimos que cambiar nuestro modo de vida, ese modo de vida que damos por descontado y que casi seguíamos en automático.
Levantarse, desayunar, ir al trabajo, comer, divertirse, regresar a casa y así día tras día. Hábitos y rutinas a las cuales ni siquiera dedicábamos un pensamiento consciente.
De pronto nuestras prioridades cambiaron, lo primero fue mantener la vida, es decir, sobrevivir a un tipo de virus que amenaza con matarnos.
El primer momento no importó la economía, la reacción fue visceral, para realizar cualquier actividad se requiere estar vivo.
Pero no solo de Covid-19 muere el hombre, por parafrasear una cita bíblica, de hambre también y luego de semanas que se transformaron en meses, de estar recluidos y de pérdidas económicas, ya no de las empresas, sino de las personas, hoy muchos desean volver a sus actividades productivas.
12 millones de quienes perdieron sus ingresos ven ahora que quizá tan peligroso como la enfermedad sea el confinamiento.
Si ayer el miedo era a causa del virus, hoy lo es debido a la economía.
Y como dice el título de la novela de Luis Spota, “más cornadas da el hambre”.
Como la prioridad es sobrevivir, debemos decidir a qué le tenemos más miedo, a morir de Covid-19 o a sufrir una lenta agonía por el desastre económico que enfrentamos.
La decisión no es fácil, hay que sopesar los pros y los contras. Cualquiera que sea, tendrá riesgos, pero al final de cuentas hay que decidir.
Por supuesto que las autoridades deben tomar medidas también, decidir qué tanto impacta la enfermedad y cuánto el parón económico.
No hay posibilidad de tomar la postura de dejar hacer y dejar pasar. Hay que tomar medidas y jugarse las próximas elecciones.
Algunos consideran que el manejo de la pandemia les hará crecer entre sus gobernados, otros apuestan a que es mejor salir, dejar atrás los miedos y que quiebren las empresas que tienen que quebrar y mueran los que tienen que morir.