En días pasados se viralizó un video en el cual se ve a un joven en el momento en que se abalanza y la emprende a golpes y patadas en contra de otro. Los hechos se presentaron en una plaza pública que se ubica frente a una escuela secundaria.
El resultado de la agresión fue una nariz fracturada, un joven herido, física y emocionalmente, otro envalentonado ante la impunidad de sus acciones y unos padres que piden se sancione al agresor, así como unas autoridades de la escuela que piden a la madre del joven agredido que se dirija con la psicóloga del plantel.
Es cierto, los hechos ocurrieron fuera del plantel educativo y los maestros en ocasiones prefieren no involucrarse ante la inseguridad de que, en caso de ser demandados por los padres de uno u otro alumno, tengan el respaldo de las autoridades correspondientes.
Si el hecho hubiese ocurrido entre adultos, el agresor sería sujeto a una causa penal debido a que las heridas infligidas al agredido requieren de un periodo superior a los 15 días para sanar, de ser encontrado culpable, conllevaría una pena de cárcel y la reparación del daño. En el caso de los menores, si el agresor es mayor de 15 años puede ser imputado ante la justicia.
Independientemente de lo anterior, el problema es que estos hechos se están presentando de forma cada vez más recurrente entre alumnos de las escuelas, tanto públicas como privadas y no parece haber una acción sostenida y organizada para su prevención por parte de las autoridades educativas, ni de ninguna otra índole. Pareciera como si la efímera fama que proporciona un video viral fuese razón suficiente como para perpetrar un ataque de este tipo.
En ocasión de otro video escándalo, al ser cuestionada por los reporteros de la fuente, la secretaria de Educación, Sofialeticia Morales, aseguró que existen protocolos para enfrentar este tipo de problemas, lo cual, estamos seguros de que es así.
Si bien es un acierto el tener protocolos para actuar cuando se presenten estos casos, quizá sería más conveniente tomar acciones de índole preventiva como las que el profesor Roel Guajardo Cantú propone en dos de sus libros, uno de ellos titulado “El problema es de valores”, en el cual explica el por qué del cambio que se presenta en este rubro y que incita a la violencia, en tanto que propone acciones de diversa índole y para distintas instancias y niveles gubernamentales que redundarían en la prevención de la violencia que por ahora parece generalizarse.
También en otro de sus textos, “Las drogas, un problema de todos”, nos señala el papel que juega en este aumento de la violencia escolar el que los jóvenes se adentren en la experimentación con drogas, legales e ilegales, a edades cada vez más tempranas.
Pero no es solo el consumo lo que posibilita esta violencia, sino la asunción de la cultura ligada a todo el proceso de producción, tráfico y consumo de drogas, que de alguna u otra forma ha tomado carta de naturalización entre muchos sectores de la población.
Tenemos por caso el muy mencionado en medios y redes sociales del cumpleaños del hijo de un jugador de futbol en cuya fiesta los invitados se disfrazaron de narcos y empuñaron armas de juguete.
Lo importante no es el caso en sí, durante muchos años los niños han jugado a policías y ladrones y algunos encarnaban a “los malos de la película”, lo relevante es la naturalidad con la cual se asume como exitosa la vida de una persona dedicada a traficar con sustancias ilegales y a corromper a distintas capas de la sociedad. Eso es lo que hay que combatir, que los modelos a seguir no sean aquellos que violan la ley, como también es necesario combatir el que el éxito de la ilegalidad sea festejado.
Eso no requiere solo de protocolos, o de la aplicación de sanciones reglamentarias, requiere, eso sí, de programas educativos tendientes a la prevención de este tipo de conductas, a la promoción de los valores sociales y personales que favorezcan la convivencia pacífica entre los jóvenes.
Sabemos que las autoridades están preocupadas y ocupadas en resolver este tipo de problemáticas, pero consideramos que es momento de realizar acciones más intensivas para acabar con esta violencia que a todos preocupa.