Durante mucho tiempo se pensó que el liderazgo era vertical, porque de hecho así era, sobre todo en las incipientes comunidades en que se desarrollaron durante miles de años los primeros humanos, el líder mandaba y los demás obedecían, era un mundo en el cual la vida o la muerte dependía de esa obediencia.
Para bien y para mal, las instituciones y las sociedades han cambiado, de los pequeños grupos en que se organizaban los seres humanos de otras épocas, hemos pasado a sociedades multitudinarias que hacen imposible que cada uno de sus integrantes se conozcan entre sí.
En la medida en que la complejidad social y organizacional crece, el liderazgo debe adoptar distintas formas, dependiendo de los objetivos y las características de cada sociedad u organización.
Hoy sabemos que no todos los líderes son iguales, que hay líderes carismáticos, autoritarios, que se consideran a sí mismos como los únicos poseedores de la verdad y otros que dirigen sus organizaciones permitiendo que distintas personas se expresen y aporten sus ideas y acciones en beneficio del grupo.
No hay recetas que puedan decirnos lo que hoy se requiere en un liderazgo para ser efectivo en todo tiempo, lugar o circunstancia.
Hay sociedades exitosas como China, en las cuales el liderazgo político es vertical, pero el económico ofrece algunas libertades de manera tal que la economía florece, como dijo alguna vez uno de sus líderes, Deng Xiaoping, “no importa el color del gato, lo importante es que cace los ratones”.
Estados Unidos, aún la primera economía del mundo, siguió un camino diferente, con una democracia en lo político y una especie de dejar hacer y dejar pasar en lo económico ha logrado un desarrollo que muchos quieren imitar.
Lo mismo sucede en las empresas, hay líderes carismáticos como el ya fallecido Steve Jobs, de Apple, quien hizo de la creatividad una marca, o Elon Musk que se ha vuelto no solo un dirigente que está al pendiente de todo lo que sucede en sus empresas, sino un líder mediático cuyo éxito en parte depende de ello.
Por supuesto hay otro tipo de líderes, Jeff Bezos, Bernard Arnault, un empresario de marcas de lujo como Louis Vuitton - Möet Hennessy y un discreto Amancio Ortega del consorcio de tiendas Zara.
El común denominador entre ellos es que entendieron el momento en que se encontraban, las necesidades existentes en la sociedad, o en una parte de ella, y la forma en que deberían enfrentar su realidad, por ello no hay recetas infalibles para ser un líder.
Así lo entiende Roel Guajardo en su libro “El director como líder de proyecto” (2022), en el cual establece la forma en que se puede enfrentar la necesidad de ejercer un liderazgo adecuado a cada circunstancia.
No resulta sencillo sobre todo en una época en que las micro audiencias son el común denominador y el líder de un proyecto es más un artista que un autócrata que solo requiere de seguir un patrón para llegar al éxito.
Estamos dejando atrás la era de la producción en masa para adentrarnos en la de producción para pequeñas audiencias, para pequeños conglomerados que quieren lo que quieren y lo quieren ya, ahí es donde los líderes importan, porque también ellos deben entender el momento en el cual lo marginal se transforma en la corriente principal, como lo señala Nicholas Taleb Nassim.
Hablamos de líderes que importan, que son necesarios tanto en el mundo empresarial como en el político, no se trata de encontrar, como dicen algunos, un mesías que nos salve a todos, sino de encontrar quién pueda amalgamar los esfuerzos de una sociedad, de un grupo o de una institución para alcanzar lo mejor para todos.
Estamos hablando de líderes que pueden serlo en un sector de la sociedad y no necesariamente en todo el país y este es un punto en el cual profundizaremos en otra entrega porque consideramos que será clave en 2024.