El ser humano, desde el punto de vista biológico evolucionó como un ser gregario y colaborador en y con las pequeñas comunidades que se formaban, hablamos de grupos humanos de no más de 150 personas según los estudios realizados por diferentes autores y que Yuval Noah Harari recoge en su libro “Sapiens. De animales a dioses”.
El número de personas a que se refiere los estudios señalados, tiene que ver con el número de interacciones que el ser humano es capaz de manejar de forma apropiada, al crecer las comunidades los hombres tuvieron que buscar símbolos que les sirvieran para mantener la unidad en grupos mucho más grandes, se inventaron las religiones, posteriormente las naciones y otras figuras que sin existir permitieron que las comunidades se mantuvieran unidas pese a que muchos de sus miembros no se conocen entre sí.
En ese contexto los seres humanos hoy, cuando vivimos en comunidades en las que 150 personas no terminan por ser siquiera una manzana en ciudades como las principales del país, vemos mediadas nuestras percepciones por los medios de comunicación, ya sean los tradicionales como impresos, televisión y radio o los emergentes como las redes sociales y todos los derivados de la tecnología de internet.
Se crea la ilusión de que “sabemos” cosas de las cuales no fuimos testigos, sino a través de esos medios de comunicación, que no necesariamente presentan la realidad “tal cual” si esta existiera, sino su punto de vista. Pero también lo hacemos interpretando la información recibida de acuerdo con nuestros preconceptos o creencias. Así por ejemplo, hoy damos por descontado que el ser humano promedio sabe más de su entorno que sus antepasados.
Este es un fenómeno cuya observación no es nueva, acerca de él escribió Milán Kundera en un capítulo de su libro “La inmortalidad”, acerca del cual Joan Manuel Serrat compuso una canción titulada “La abuelita de Kundera”, en ambas se señala cómo el hombre de otra época conocía más su entorno que el actual, que no tiene idea, por ejemplo, cómo funciona una computadora o su smartphone en contraposición del campesino que sabía cómo funcionaban sus herramientas de trabajo. Pero también entre la comunidad científica, además del ser humano común y corriente, sucede que en ocasiones el conocimiento que se tiene es menor al que se supone, como lo expresan Steven Sloman y Philip Fernbach en su libro “The knowledge illusion. Why we never think alone” postura que retoma Yuval Noah Harari en un artículo titulado “La gente tiene conocimientos limitados. ¿Cuál es el remedio? Nadie lo sabe”.
Todo esto viene al caso porque hoy en nuestro país parece que la polarización de las posturas políticas es la que guía nuestros puntos de vista acerca de lo que está sucediendo en él, tanto en materia social y política como económica.
Por ahora no hay forma de que las visiones tan divergentes se puedan conciliar, es una polarización que, aunque lo nieguen sus correligionarios, impulsó el presidente como estrategia política desde que llegó al cargo. Una apuesta en el sentido de que le basta con que todos aquellos que piensan como él voten en su favor para mantener a su partido en el poder.
Hay quienes piensan que no necesariamente es así, que muy probablemente el voto duro de Morena sea insuficiente para mantener la presidencia o ganar la mayoría en las Cámaras legislativas, el llamado Plan C.
El caso es que todos creemos saber lo que pasará y por qué pasará, lo hacemos porque razonamos desde nuestros preconceptos, percepciones y prejuicios, los cuales son reforzados porque los nuevos medios de comunicación, gracias a sus algoritmos, nos allegan solo aquella información que reafirma lo que creemos saber, nos envuelven en una burbuja y de ahí no salimos, y porque en los antiguos medios buscamos solo aquello que refuerza nuestros puntos de vista.
Las elecciones serán una lucha de percepciones, hoy el partido del gobierno se esfuerza por imponer la percepción de que la elección está decidida, de que no hay forma en que ellos puedan perder, la oposición trata de encontrar espacios para hacer ver que no es así y en esas estamos.
La realidad se verá en las urnas, siempre y cuando no haya factores externos, poderes fácticos que, esos sí, traten de no perder los privilegios que hoy tienen.
