Arquímedes, el físico y matemático griego autor de la famosa expresión “¡Eureka!”, con la que se celebran los grandes descubrimientos, también es autor de otra poderosa frase: “Denme una palanca y un punto de apoyo y moveré el mundo”.
Esta máxima puede aplicar tanto para la física, como para los negocios sostenible, con soluciones comerciales e incentivos capitalistas para resolver problemas ambientales y sociales.
En el Encuentro +B llevado a cabo la última semana de octubre en Monterrey, ante más de 800 emprendedores, académicos y representantes de organizaciones no gubernamentales, se presentaron casos de éxito de negocios que han logrado hacer de la rentabilidad una palanca para la sostenibilidad.
Llamó la atención el ejemplo de Tierra de Monte, presentado por su directora general y fundadora, Adriana Luna Díaz, quien, ante una necesidad íntima y personal, desarrolló junto a su esposo un modelo de negocio que podría transformar la agricultura en México.
Bióloga de profesión y sin formación empresarial, al nacer su primera hija con una alergia a los pesticidas químicos comunes en las frutas y verduras disponibles, se vio en el dilema de consumir sólo vegetales orgánicos, a un precio que no podía pagar, o renunciar a darle una alimentación variada y balanceada a su familia.
Pronto entendió que, para resolver su problema, tendría que hacer algo por cambiar la forma de producir en el campo mexicano.
A pesar de que los pesticidas químicos son costosos y cada vez menos efectivos ante la resistencia generada por las plagas, los agricultores dependen de ellos para poder cosechar y recuperar su inversión.
Eso sin mencionar que contaminan la tierra, el agua, el aire, a los trabajadores que los aplican, matan a los insectos polinizadores, afectan el fruto de los mismos cultivos y dañan la salud de los consumidores.
Ante eso desarrollaron una serie de compuestos basados en hongos y microorganismos positivos para el suelo y el medio ambiente, así como asesorías técnicas sobre mejores prácticas de cultivo, con el objetivo de ofrecer alternativas económicas y sostenibles a los agricultores para asegurar el éxito de sus cosechas sin tener que recurrir a los pesticidas químicos.
Con cerca de 70 mil hectáreas atendidas en más de 20 estados de la república, su solución está “rindiendo fruto”, y cambiando el ecosistema de la agricultura en el país, sin tener que convencer a sus clientes de las ventajas ambientales del producto, pues el principal argumento es de mercado: que el producto es más económico y eficiente, permitiéndoles aumentar su rentabilidad.
“Vendemos regeneración disfrazada de rendimiento”, explica la empresaria.
“La misión es lo más importante: hacer de la agricultura una fuente de bienestar, que cualquier persona en cualquier lugar pueda comer bien, sin miedo a no tener dinero o a que le vaya a hacer daño”, agrega.
Para asegurarse de no desviarse de su misión, Adriana y su equipo decidieron certificarse como una Empresa B, permitiendo que actores externos evaluaran su impacto y les dejaran saber si iban por el camino hacia un verdadero impacto positivo o si debían corregir el rumbo.
En ese proceso se integraron a una comunidad de emprendedores que, como ellos, quieren transformar al mundo. ¡Eureka!
