México ha entrado en un proceso de descomposición política, inestabilidad económica, debilidad del estado de derecho y creciente irritación social; el morenaje lo llama “obradorización”.
Viviendo en público sus sueños húmedos, López Obrador expropia propiedad privada a machetazos, y exclama que le hace falta “un banco”, porque los que tiene ya lo quebró su gobierno.
Es una guerra entre la psicosis presidencial y los sectores menos permisivos; una guerra del presidente por erigirse “jefe máximo” y líder boliviariano de las dictaduras de América Latina.
Una guerra por aferrarse al poder presidencial cómo sea y contra quién sea, mientras se toman decisiones absurdas, abusivas, ilegales; malas decisiones de gobierno, política, diplomacia, economía...
Y mientras socava la Constitución, con la idea absolutista de “yo soy la ley” (L'État, c'est moi) empodera a las fuerzas armadas para amarrarlas con longaniza, y deja actuar a la delincuencia.
México se ha ido aislando del mundo y va pasando de ser líder preclaro de AL, por derecho propio, a una satrapía en la que ningún empresario en su juicio invertirá a excepción que crea que en 2025 México amanece.
En un mensaje sin palabras, el crimen organizado sabe que el presidente dará “abrazos, no balazos”, mientras no se metan con sus intereses políticos y le apoyen en los procesos electorales. Le llaman “jefe de jefes”.
Prueba de ello es que interlocutores con el narco, narco políticos o políticos huachicoleros investigados por la DEA como Horacio Duarte y Américo Villarreal Anaya, son consentidos de Andy López Beltrán.
Es una guerra del presidente contra todos los que no quieran reconocerlo como el demiurgo y arquitecto de México y Latinoamérica; como materialización de Kukulcán, según la rastrera Layda Sansores.
Usa a la camorra legislativa de Morena que lideran los primos Mier —y ahora el redimido Ricardo Monreal— para tratar de moler a la Constitución, ponerla a modo y, quebrantar al Poder Judicial.
Una guerra con grupos de golpeadores y delincuentes que son gobernadores, legisladores y funcionarios del Gobierno, quienes harán lo que sea para que no les pisen la enorme cola.
Las posibilidades de elecciones limpias en las que no gane Morena son mínimas; las posibilidades de que AMLO respete la ley, las libertades individuales, la propiedad, ya no existen.
Hoy es el día en que los líderes de opinión arrepentidos que hicieron proselitismo por AMLO en 2018, como Denise Dresser, en lugar de arrepentimientos verbales, comiencen a hacer proselitismo en contra.
En estas elecciones de Coahuila, la sabinense Susana Zavaleta, quien en 2018 recomendó votar por AMLO y se dice “arrepentida”, calla como momia, al igual que largas filas de “arrepentidos”.
Y ha llegado el momento en que los políticos como Dante y Delgado y sus huestes, quienes jugaban al policía malo y el policía bueno, se descaran y muestran de qué lado masca la iguana.
Andrés Manuel López Obrador está convertido en el mayor peligro para el país desde la Guerra Cristera, y se dedica a sembrar la división, empoderar la ejército, propiciar la corrupción y tomar malas decisiones.
El fétido clima político da señal a ambiciosos vulgares como García Cabeza de Vaca, Marko Cortés, Alito, quienes sienten que es el momento de pescar a río revuelto, talento que siempre han tenido.
Otros soñadores inexpertos, como Lilly Téllez, o emisarios del pasado como Santiago Creel, piensan son quienes sacarían al buey de la barranca, aunque ni idea tengan del cómo.
En 2018 muchas cosas funcionaban mal, otras tenían que mejorar mucho, como la seguridad, la salud, la equidad, la inversión pública, la distancia con el poder, el respeto a las competencias estatales y municipales.
Pero en este quinquenio “de maravillas”, todo lo perfectible está devastado, lo que funcionaba mal, de plano, ya no funciona, como: La seguridad, salud, educación, división de poderes y respeto a los niveles de gobierno.
Para acabar con los homicidios, López y sus secuaces, matan las estadísticas; para acabar con los desaparecidos, desaparecen los datos; para frenar el feminicidio, declaran golpistas a las feministas.
Las áreas que en 2018 iban en pleno progreso o despegue, como la generación de energía limpia, la producción de alimentos, las obras de agua e infraestructura, ahora peligran o no existen.
México es el segundo país más permisivo del mundo y el gobierno de López Obrador muestra que mientras al mexicano promedio no le llegue el agua al cuello, tolera cualquier acto de gobierno.
Es claro que somos una democracia Región 4, donde un presidente enloquecido insulta y amenaza todos los días y despoja de sus derechos y su propiedad a quién le venga en gana.
Un país donde la mayoría de Morena y aliados aprueban legislaciones ilegales, cometen delitos a luz del día, como los crímenes de odio contra la Corte de Cuitláhuac García y sus jarochas.
El macuspano sabe que con el norte del país, con la clase media, y los empresarios, no cuenta para hacer ganar a su muñeca de trapo, Claudia Sheinbaum, o para que le aplaudan un cuartelazo.
Si por López Obrador fuera ya habría fundado la Hermana República del Sureste, aunque pienso que con Yucatán no iba a poder, porque los peninsulares nunca han sido dejados.
Las defensas de López, su popularidad, las remesas, el Tren Maya, Dos Bocas, están a punto de caer a trompetazos o trumpetazos republicanos, donde las noticias de Cuartalandia son material electoral y de espanto.
"La razón es que antes eran mejores tiempos que ahora"; Ecliastes, 7/10
