La Cuatrote es un gobierno que decidió privilegiar sus proyectos políticos, que no la política, sobre la razón, el derecho, la paz social y por ello día a día los afectados son más y los beneficiados muy pocos.
El affaire Esquivel Mossa está mostrando la putrefacción moral del régimen de Andrés Manuel López Obrador que ha caído hasta el fondo de esa cloaca de la política mexicana y al mover el agua, el tufo se disemina.
Anécdotas como “no les iba a servir de gorra” de Oscar Flores Tapia o la referencia al “fraude patriótico” de Manuel Bernardo Aguirre respecto la elección presidencial de 1940, resultan inocentes con el discurso obradorista.
Manuel Moreno Sánchez, político priista de los años 60 a 80, decía que la puerta de la política mexicana tenía 50 centímetros de alto y para entrar era preciso arrastrarse. Es claro que la 4T heredó esa puerta. Aunque es más bajita.
El gobierno de López Obrador ha dejado la vieja táctica de la simulación o las cortinas de silencio cada vez que era preciso tapar la coacha, y la ha cambiado por el descaro y la andanada de culpas y la declaración de santidad.
La deshonestidad y la falta de probidad en la clase gobernante no es algo nuevo en México y no recuerdo gobierno alguno que pueda presumir de impoluto, pero la Cuatrote ha recargado los mismos vicios y agrega un cinismo insultante.
Con hechos de corrupción probados el macuspano ha defendido a su hijo, a sus hermanos, a su prima, al Fiscal General, a su Corcholata predilecta, al médico asesino - y no hablo del luchador de los años 50-60.
Cuando un primo de José López Portillo fue acusado de mantener una red de robo de vehículos, las versiones fueron silenciadas pero nadie se atrevió a defenderlo, simple y sencillamente se tendió una cortina de silencio.
Cuando en 1995 se descubrió que el Secretario de Educación, Fausto Alzati, no había terminado la licenciatura, pero había hecho un doctorado, el señalado fue renunciado unos días más tarde y nadie lo defendió.
Cuando en 2015 el director de la Comisión Nacional del Agua, David Korenfeld, fue balconeado por usar para asuntos particulares un helicóptero oficial, fue cesado. No hubo juicio, pero al menos no hubo descaro.
Actualmente el primer hermano de la Nación puede usar aeronaves para llevar botargas al estadio que usufructúa, para ese estadio se ha destinado presupuesto oficial y Pío incluso puede vender madera cortada en las obras del Tren Maya.
Los señalamientos de que los hijos y nueras de López Obrador usan vehículos y aeronaves oficiales, al igual que sus corcholatas, sólo han ocasionado la fúrica verborrea del Macuspano, nunca una disculpa ni siquiera silencio.
La inmoralidad del presidente llega al grado que para evitar que sus corcholatas sean inhabilitadas como candidatos por actos anticipados y uso de recursos de procedencia ilícita, intenta reformar leyes electorales.
Precisamente por esa razón necesita a una incondicional como Yasmín Esquivel Mossa dirigiendo la Suprema Corte de Justicia de la Nación, una piedra como lo es la increíblemente inepta ombudsperson de la CNDH.
Esquivel Mossa de Rioboó, es esposa del contratista favorito de López Obrador, el contratista que inventó que el aeropuerto de Texcoco se iba a hundir, y claro que la Ministra trae vicios de origen a favor del tabasqueño.
El régimen de Andrés Manuel López Obrador es igual a los anteriores en lo referente a acumular material en las cloacas, pero cuando surge el hedor los morenistas aspiran profundo y gritan para ver si así lo acaban.
Parafraseando a Oscar Wilde, diría que todo México vive en una cloaca pero algunos miran las estrellas, y cuando se mueve el agua, el hedor es insoportable y el único remedio del oficialismo actual es decir que es mierda neoliberal.
El caso del plagio de la Tesis de la Ministra favorita del Presidente es indefendible, entre más intenta revolver con versiones que van de fantasiosa a chistosas, más grande se hace el lío y más podredumbre surge.
A la fecha el problema ya alcanza proporciones bíblicas e incluso puede derivar es una crisis constitucional, y va a causar una tormenta en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Cada versión que ha sacada tanto la presunta plagiara y los perros ferales en medios afines y redes sociales, tropieza a cada paso con una nueva revelación que la tira.
Lejos de mantener prudente distancia pues se trata de un poder distinto, López se convirtió en abogado de la Ministra, le soltó la reata a la Ministra, y como los equinos locos, está a punto de ahorcarse sola.
La defensa de que el plagiado fue el plagiario, reventó primero con la terrible sospecha de que ambos había comprado la tesis y por ello el hombre presuntamente afectado mejor se ha hecho ojo de hormiga.
Luego el alegato de Esquivel Mossa de que ella comenzó a escribir su tesis en 1985, se estrelló con referencias a 1986 y 1987 dentro del escrito y con señalamientos de académicos de que en 1985 no podía ni siquiera saber el tema.
Además ahora resulta que la Ministra que dice haber redactado su Tesis en 1985, presentado su examen profesional en 1986, obtuvo la Cédula Profesional 1225323 como licenciada en Derecho hasta 1988.
En su curriculúm oficial en la página de la SCJN dice que Esquivel Mossa se graduó como licenciada en 1986, que obtuvo el doctorado en Derecho en 2000, pero las cédulas profesionales dicen otra cosa.
La cédula profesional 6276638 dice que obtuvo el doctorado nueve años después en 2009, y la maestría en Administración de Instituciones Educativas cédula 12321712, hasta 2021.
Lo peor es que al obligar a los disidentes a ahondar en la investigación, ahora resulta que no solamente hay un delito de Esquivel por plagio y usurpación de funciones, sino además por comprar la tesis.
Resulta que a la directora de tesis de Esquivel y del presunto plagiado le están saliendo tesis idénticas como hongos y señalamientos de que vendía las tesis a módicos precios aproximados a los 200 mil pesos actuales.
Así que la Ministra y su defensor López Obrador no solamente se están llevando de encuentro a la SCJN, al Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México y a cientos de asuntos conocidos por Esquivel, pero también a la UNAM.
Es el toque del Rey Midas, o más bien, del Rey Mierdas.
