Hoy fui a visitar a mi papá. Él me habÃa preparado comida que no me pude servir en ese momento, asà que me dio un recipiente para que la lleve al trabajo. No me fue posible guardarla en mi mochila, asà que agarré la funda y me la llevé en la mano, teniendo cuidado de sostenerla fuerte para que el contenido no se desparrame.
Me tocó ir en metrovÃa, y al hacer el transbordo en el segundo bus un señor como de 80 años me vio llegar con mi mochila y mi funda y se levantó de su asiento para cedérmelo. Yo estaba muy avergonzada y al principio no quise sentarme para que él regrese a su puesto, pero ante su insistencia, cedÃ, con una mezcla de gratitud y pena.
Otro señor, como de 60 años años que estaba sentado al frente mÃo, se levantó de su asiento y le dijo al caballero de más edad que él ya se iba a bajar y que por favor tome el sitio disponible. El adulto mayor accedió y se sentó. Yo me sentà aliviada al ver aquello y le agradecà nuevamente desde mi sitio por su bonito gesto. Vi sus ojos claritos sonreÃr por encima de la mascarilla.
Me bajé en mi lugar de destino, feliz de haber podido llegar bien con mi funda de comida intacta y me quedé pensando en lo que habÃa pasado. Casi nunca he tenido la oportunidad de ver personas que se esmeran por el bien de un extraño, la gente suele ser egoÃsta inclusive en cosas tan sencillas como ceder el asiento de un bus a una mujer embarazada, no se diga de una chica joven como yo, cuya única peculiaridad es que tenÃa una funda de comida en la mano.
Me trae a la reflexión pensar en los valores que nuestras antiguas generaciones ponÃan siempre por delante: el respeto y el sacrificio por el bien común. La caballerosidad, la generosidad, son valores que se han ido olvidando pero que siguen siendo igual de importantes hoy que hace cincuenta o quinientos años. Y los valores pueden reforzarse en la escuela, pero se aprenden en casa, de la mano de papá y mamá, o de los cuidadores que hayan quedado cuando éstos están ausentes.
Pienso en los dos señores de la metrovÃa y en sus madrecitas, quienes seguramente les inculcaron lo que hasta el dÃa de hoy ellos practican en su diario vivir. Y pienso en como hoy en dÃa el papel formador de una madre ha pasado a segundo plano por causa de las filosofÃas posmodernas que le enseñan a la mujer que servir a un extraño (el jefe) es libertad, pero que ocuparse de su esposo e hijos es esclavitud. Lamentablemente en nuestra cultura las parejas con hijos casi siempre van a tener que escoger qué o a quién se sacrifica para conciliar la vida laboral y la personal. Y no deberÃa ser asÃ.
Para mà es preocupante ver tanta filosofÃa anti-crianza en la sociedad, haciéndose espacio en los grandes medios de comunicación y en las mentes de cada vez más personas que optan por descartar la importancia que tiene estar presentes en la crianza de los niños, asfixiados por la ambición del crecimiento profesional.
Recuerdo mucho la reflexión de una mujer autodefinida como experta en temas educativos y de género, quien defendÃa el poner la carrera sobre los hijos argumentando que “un hijo no se va a quedar contigo toda la vida, tu carrera sÃâ€. Pues porque un hijo no se va a quedar contigo toda la vida es que deberÃas dedicarle la mayor cantidad de tiempo y atención posible durante sus años de mayor vulnerabilidad, a fin de formar un ser humano sano que aporte lo mejor de sà mismo al mundo en el que vive.
Y esto no aplica sólo a las mujeres, también a los hombres, aunque creo que la participación de la madre es especialmente importante porque ella tiene un papel fundamental en la formación del niño en sus primeros años. Los dueños de empresa deberÃan estar conscientes de esta realidad y con ello dar facilidades a sus empleados (especialmente a las mujeres) para que no tengan que escoger entre sus aspiraciones o sus hijos.
No quiero ser malinterpretada, actualmente estoy soltera y no tengo niños. Me dedico al 100 por ciento a mi carrera y estoy de acuerdo con que las mujeres tenemos el mismo derecho de los hombres a trabajar y a ser independientes, pero también soy de la idea de que cuando un niño llega al mundo ese pequeño ser tiene prioridad, su existencia va a tener secuelas profundas en la vida de ambos padres.
Muchas empresas se niegan a flexibilizar sus horarios de trabajo o tan siquiera a extender los permisos para el cuidado de los hijos. Si las leyes de nuestros paÃses no contemplaran la baja por maternidad y/o paternidad algunos ni siquiera lo considerarÃan ¿Cómo se supone que se va a desarrollar una mejor sociedad si quienes sostienen los medios de supervivencia se niegan a ver la importancia que tiene el núcleo familiar en la vida de sus empleados?
Nuestra cultura ha confundido el éxito profesional con el éxito de la vida misma, y ha desvalorizado por muchos años el importantÃsimo papel de quienes se dedican a criar niños pequeños, pero está en nuestras manos cambiar eso. Somos nosotros quienes tenemos el poder de hacer oÃr nuestras voces y provocar un cambio de cultura, si tan sólo le damos a la familia la importancia que se merece como el lugar donde se forman los hombres y mujeres que construyen y seguirán construyendo la sociedad.
Podemos comenzar con cosas tan pequeñas como dejar de ver mal a las madres que deciden dejar sus trabajos para dedicarse al cuidado de sus niños, o podemos darle un par de horas a la semana a a alguna amiga que está necesitando soporte con la crianza de sus pequeños (eso es mucho más provechoso que dedicar ocho horas seguidas a hacer maratones de Netflix). Podemos apoyar a la compañera de trabajo que necesita que la cubran para que ella salga más temprano a amamantar a su bebé y no olvidemos de cederle el asiento del colectivo a la señora que llega con un bebito en brazos.
Recordemos que la suma de pequeñas actividades individuales producen grandes impactos. Hacer la diferencia en la sociedad es el resultado de los esfuerzos conjuntos de muchas personas. Súmate hoy al cambio de paradigma en pro de construir una sociedad más equitativa de la cual, dentro de algunas décadas, las nuevas generaciones puedan decir “gracias por el legado que nos dejaronâ€.
P.D. : Quiero aprovechar este espacio para dejar, además de esta reflexión, un enlace a un artÃculo que ha calado muy profundamente en mi corazón con respecto a este tema: la reflexión de una mujer que vivió la dolorosa experiencia de sufrir en carne propia la muerte de su hijito el mismo dÃa que regresó a su trabajo. Dos años después de ser escrito, sigue siendo igual de relevante que en el momento de su publicación: https://www.nytimes.com/es/2016/01/21/espanol/opinion/mi-bebe-seguiria-….