Para referirnos a quienes se dedican a la labor de la demoscopía, al estudio de las opiniones, las actitudes y las conductas humanas por medio de ejercicios muestrales, solemos emplear el término “encuestadores”. Rara vez o nunca se habla de “sondeadores”, pero sería igualmente válido.
En inglés se utilizan los términos surveys y polls para referirse a las encuestas y a los sondeos, respectivamente. En francés también: enquêtes y les sondages.
No hay entre ellos diferencias de metodología o de solidez o de calidad, pero sí de usos y, por lo general, de tiempos de realización. Las oficinas de gobierno, como el US Census Bureau, así como las universidades, hacen surveys, encuestas.
Por otra parte, los medios de comunicación y los partidos políticos y sus candidatos hacen o encargan opinion polls, sondeos de opinión.
En ese sentido, los estudios de opinión que se hacen y se publican en tiempos de elecciones son sondeos, opinion polls o les sondages. Por consiguiente, quienes los hacen son sondeadores o pollsters.
En México, la profesión sondeadora tuvo un boom en los años ochenta, a la par de la creciente competencia político-electoral. Y desde entonces nos hemos acostumbrado a verla en elecciones, cuando florece por sus estimaciones, sus porcentajes, sus métodos y otras piezas de información de la labor demoscópica.
Desde 1988, el número de publicaciones de sondeos que se publican en tiempos de elecciones ha ido al alza. En ese año se hablaba de por lo menos veinte publicaciones de sondeos; en elecciones posteriores y más recientes, el instituto electoral ha registrado miles de ellas.
Cada elección genera más y más datos de sondeos de opinión, y lo que podríamos esperar para este 2024, en las elecciones más grandes hasta ahora, es una gran cantidad de sondeos.
Al momento, el INE reporta que 19 organizaciones han entregado informes de sus estudios sobre intención de voto a nivel nacional, pero el universo de sondeadores es mucho más amplio que eso, sobre todo si se consideran elecciones estatales y locales (cuyos informes se entregan a los institutos estatales) y, por supuesto, las actividades privadas de sondeos, de las cuales sabemos poco, pero ahí están.
En el listado que llevo de empresas y organizaciones que han publicado sondeos electorales en elecciones federales y estatales, entre 1994 y 2023, tengo registradas 171. Ese número no incluye organizaciones que pudieran haber publicado en elecciones locales y tampoco incluye a las que hacen sondeos privados, que no publican resultados.
Para quien sigue las publicaciones de sondeos, saber las características metodológicas es muy importante, pero saber la fuente de financiamiento es tan importante o más, según los códigos y normas internacionales de la profesión, que ponen al financiamiento en el lugar primordial de una lista de aspectos mínimos de transparencia y divulgación de resultados de sondeos.
En cuanto a las metodologías, durante mi formación y desarrollo de más de tres décadas en la profesión, he adoptado dos premisas que alguna vez leí o escuché de distinguidas personas que se dedican a la investigación de la opinión pública en otros países.
Una es “respetar la pluralidad metodológica”, reconociendo que cada organización hace las cosas como está convencida que deben hacerse las cosas.
La otra es que “no todos los sondeos son iguales” (el original es: “Not all polls are created equal”). Pequeñas divergencias en método, logística, experiencia, recursos, know-how, pueden producir estimaciones diferentes. Lo vimos en estas precampañas: no hay consenso en cuál es la ventaja de una precandidata sobre otra. En lo que sí hay mayor certidumbre es en quién ocupa el primer lugar.
La primera premisa me guía a ser respetuoso de quienes hacen sondeos en vivienda con entrevistas cara a cara, al igual que a quienes están llamando por teléfono o a quienes han integrado metodologías on line.
La segunda premisa me guía a ver las ventajas y desventajas: por ejemplo, las encuestas cara a cara en vivienda son como neandertales, metodologías del siglo pasado, costosas, que sobreviven en pleno siglo 21, pero en peligro de extinción. El ambiente tecnológico cambia tan rápido que dudo seriamente que en las elecciones de 2030 sigan viéndose encuestas cara a cara a nivel nacional.
La profesión sondeadora enfrenta retos de evolución muy importantes. Claro, también de credibilidad, pero ésta va a reflejar, en buena medida, los pasos adaptativos que vaya tomando la profesión. Habrá que estar al pendiente.
Con la colaboración de Yuritzi Mendizábal en la recopilación de datos.