Darío Fritz

En 2004 como en 2025 nadie se ha querido hacer cargo de ponerle pecho al enojo de miles que sí tienen un genuino sentimiento de fastidio por la criminalidad rampante y una corrupción en estado de gracia. 


Tanto la falsa como la real generación Z pueden convertirse en el corto plazo en tentación para una marea de rechazos con ideas conservadoras y de derecha que en realidad traerán aparejadas una inequidad mayor.


Las teorías extravagantes prenden como chispa cuando la información se oculta.


El incidente en la calle del Centro Histórico capitalino tiene un dejo a esos puñetazos del boxeo que dejan tambaleante a la víctima. No fue tragedia, pero pudo serlo.


Nayib Bukele tiene bajo  su control a jueces y legisladores que pueden hacer de los caminos de la ilegalidad la legalidad a la medida, una especie de terrorismo de Estado.


El tango puede que no alegre, pero hay mucho de romántico idealismo en él que se disfruta, el de la alegría de haber conocido la convicción y sobriedad, la inteligencia humilde, la fidelidad a uno mismo.


El fisgoneo sobre diálogos o búsquedas de información digital agrava en el plano virtual la inseguridad que ya padecemos en la calle. Esconde abundante desidia y mentira al momento de pregonar su seguridad


La pesadumbre de arar en el mar suele ser pasajera. Miremos hacia adelante, salgamos a recorrer el mundo sin un destino fijo ni declarado, guiados por la intuición.


El añorado acceso a un Internet libre que se le conoció en sus inicios parece encaminarse hacia un arma manipulable y extorsiva, un switch que unos pocos tienen la discreción de bajar o subir.


Nada ha movido a que el gobierno israelí cambie un ápice el genocidio contra la población palestina, ni deje de extorsionar al mundo con la diatriba verbal de que todo aquel que lo cuestione es un antisemita.


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