Ebrard, el precandidato

Rogelio Ríos

MIRADA AL MUNDO
No siempre estuvo Marcelo a la sombra de López Obrador. Anteriormente, ellos compitieron por una candidatura presidencial hace una década, y el contraste ideológico era evidente.
16/07/2021

Para la sucesión presidencial del 2024, preveo que el hoy precandidato Marcelo Ebrard será un candidato con muchas posibilidades de triunfo, sea de Morena o, en su caso, de cualquier otro partido que lo postule si los morenistas no lo apoyan. Incluso como independiente, Ebrard estará presente en las boletas electorales.

No hay vuelta atrás para él: es un activo político valioso que llegará perfilado en edad, experiencia y carrera en el servicio público suficientes para acreditar su candidatura. No hay manera de que no se presente en la arena electoral en el 2024, pues no tendría otra oportunidad en el 2030.

Como buen jugador de póker, Marcelo hizo bien en mostrar sólo una carta de su juego, exponer públicamente su interés por la candidatura presidencial de Morena e inmediatamente hacer un llamado a esperar, guardar la calma, hacer méritos y no acelerarse. Ya exhibió un as, pero nadie sabe si hay más ases en sus cartas ocultas.

“Faltan dos años y medio”, expresó en la conferencia matutina del 13 de julio, “dediquémonos a trabajar y seamos eficientes, respetemos a los demás, actuemos en función de esto… cuando se den las normas, lleguen los tiempos… estemos preparados para participar de acuerdo a las reglas”.

Una vez establecido esto, lo que sigue para él, y quienes peleen por la candidatura, estará muy lejos del “respeto a los demás” o de “participar de acuerdo a las reglas”. Nada de eso. Será completamente átipica la sucesión presidencial del 2024 y peligrosamente inestable. Doy mis razones:

1) Adelantar las manifestaciones públicas de tener aspiraciones presidenciales no elimina al “tapado”, sino que lo expone doblemente al escrutinio público: se verá en adelante a Ebrard (y a quien se “destape” después) como Secretario de Estado y como precandidato al mismo tiempo, sin saber, desde la perspectiva de la opinión pública, si sus decisiones y acciones obedecen a una instrucción presidencial o a decisiones propias para favorecer su candidatura.

2) En tanto la inseguridad, la crisis económica, el curso de la pandemia y tantos otros problemas nacionales no tengan atisbo de solución ni haya avances del Gobierno federal en este sentido, ningún Secretario tiene su puesto seguro en el Gabinete en los próximos seis meses, ya no digamos hasta el 2024. Construir una candidatura presidencial sin la visibilidad que otorga estar en el gabinete y muy cerca del Presidente, torna cuesta arrima, muy arriba, el camino del aspirante a Palacio Nacional. No que sea imposible, pero sería muy complicado.

3) En particular, las posibilidades de Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum dependerán del desenlace del asunto de la Línea 12 del Metro, los peritajes y los conflictos legales que de ahí se deriven. Quien controla ese proceso es Sheinbaum, por lo que no vacilará en tratar de encauzarlo a su favor.

4) Gozar de la preferencia y la atención del Presidente López Obrador es un apoyo magnífico, pero puede resultar tan efímero como errática es la vanidad presidencial. Que el futuro político de un funcionario dependa casi por completo del favor presidencial no parece una apuesta muy segura ni firme, ¿quién garantiza que esa preferencia nunca va a cambiar? Este es un grave defecto del liderazgo cuando se ejerce de manera tan centralizada y discrecional, pero es lo que hay para quien quiera jugar bajo esas reglas.

5) No siempre estuvo Ebrard a la sombra de López Obrador. Anteriormente, ellos compitieron por una candidatura presidencial hace una década, y el contraste no podía ser mayor, lo recuerdo bien: la visión ultranacionalista de AMLO, de economía cerrada y del papel predominante del Estado (su actual perspectiva), contra una visión más globalizadora, de economía abierta y de un papel importante del Estado, pero no asfixiante, de Ebrard, quien no por nada estudió Relaciones Internacionales en El Colegio de México y sabe abordar los asuntos mundiales. Los empresarios vieron entonces con atención a ese candidato más joven y de mirada más amplia que la de López Obrador. Al final, Ebrard declinó en favor de AMLO y se sumó a su proyecto político. En política, sin embargo, las alianzas duran lo que duran, no son eternas.

En conclusión, preparémonos para una sucesión presidencial adelantada, larga y sumamente desgastante para los aspirantes. No será una carrera de velocidad, sino de resistencia, ¿cuál jinete aguantará más? No lo sé de cierto, pero de que en 2024 veremos a Ebrard de candidato, lo veremos: el chiste será saber en qué caballo irá montado.

Rogelio.rios60@gmail.com



ROGELIO RÍOS estudió Relaciones Internacionales y es periodista de opinión sobre México y el mundo.

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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