Andrew Cuomo

Rogelio Ríos

MIRADA AL MUNDO
La caída del Gobernador de NY por acoso sexual y abuso laboral nos da una lectura ejemplar: el poder alimenta la soberbia y lleva a excesos a quienes lo tienen a manos llenas; su mal influjo no tiene fronteras.
13/08/2021

El verano del 2021 será recordado en Nueva York por la caída abismal del Gobernador Andrew Cuomo, al renunciar a la gubernatura a partir del 24 de agosto después de la difusión del reporte que la Fiscal estatal Letitia James hiciera, a partir de las denuncias de 11 mujeres, sobre dos tipos de abuso de Cuomo en el ejercicio de sus funciones y de los cuales fue encontrado responsable.

El primero, según el reporte, fue por la creación de un ambiente laboral hostil (o tóxico, como se dice ahora) en su entorno, el maltrato a sus funcionarios y colaboradores que incluía con frecuencia gritos y burlas, la imposición de sus puntos de vista sin admitir réplica y el temor sembrado entre quienes le obedecían por miedo, más que por respeto.

El segundo abuso, el más grave, es el acoso sexual. Cuomo, simplemente, no podía controlarse, según los testimonios recogidos al detalle en las declaraciones de sus 11 mujeres acusadoras, entre ellas, el de una de sus escoltas, una agente veinteañera que soportó insinuaciones y tocamientos no consentidos que el Gobernador se permitía hacer cuando le placía.

De no creerse, ¿verdad? Sobre todo, cuando Cuomo había tenido una intervención destacada en 2020 por su manejo claro y abierto de la información sobre la pandemia en Nueva York en contraste agudo con las conferencias del entonces Presidente Trump, plagadas de confusión y vaguedades.

Esa imagen de líder neoyorquino confiable y firme construida a la luz pública no soportó, sin embargo, el escrutinio sigiloso de los investigadores de la Fiscal James, quienes presentaron un sólido reporte que puede ser la base de posibles demandas judiciales. La historia no concluye para Cuomo con su renuncia.

No sólo perdió la Gubernatura, sino la posibilidad de lanzarse como precandidato demócrata en la elección presidencial de 2024, pues la carrera de Cuomo parece ya completamente terminada. Su salida abre paso para que lo sustituya Katy Hochul, la actual vicegobernadora, la cual será la primera gobernadora del estado de Nueva York.

Además, el próximo 2 de noviembre se realizarán elecciones generales para Alcalde de la ciudad de Nueva York. Los contendientes principales, Eric Adams (demócrata) y Curtis Silwa (Republicano), han debatido principalmente en torno al polémico tema de qué hacer con la Policía de Nueva York (NYPD), quitarle o aumentarle fondos, etcétera, como parte del debate nacional que existe sobre el asunto en otras grandes ciudades norteamericanas.

En adelante, tanto para la gobernadora interina Hochul como para Adams o Silwa (quien sea que resulte ganador), el tema fundamental será cómo evitar repetir, cada uno a su escala, los errores graves de Cuomo, y cómo revertir esa cultura laboral tóxica y machista que se ha instalado en Nueva York a los niveles máximos de gobierno.

A diferencia de Las Vegas, lo qué pasa en Nueva York no se queda en Nueva York. Uno de los faros urbanos mundiales, esa ciudad es inspiración para el resto del mundo. Un gobernador o alcalde neoyorquinos tienen más poder y recursos que muchos presidentes en América Latina. Su cultura laboral, sus usos y costumbres, se replican en el resto del mundo.

Por esas razones, la caída de Andrew Cuomo por acoso sexual y abuso laboral nos da una lectura ejemplar a los mexicanos, quienes desde la distancia seguimos los acontecimientos en la Gran Manzana: el poder alimenta la soberbia y lleva a excesos a quienes lo tienen a manos llenas; su mal influjo no tiene fronteras. Ejemplos de ello sobran en México, empezando por los más altos niveles.

No tengo ni que mencionar las culturas añejas de machismo, autoritarismo, inequidad de género y acoso sexual atrincheradas en el ambiente laboral mexicano público y privado. Pienso, en primer término, en el caso más reciente del político Félix Salgado Macedonio, pero hay muchos otros más.

No pudo entender el gobernador neoyorquino que los tiempos han cambiado: él alega que no se daba cuenta de que hacía daño, que en su generación eran prácticas comunes abrazar y besar a las mujeres y que, por tanto, las acusaciones en su contra son malas interpretaciones de sus gestos. Débil defensa, gobernador, no supo usted leer los nuevos tiempos.

Finalmente, me pregunto, ¿cuántos Cuomo habrá en México? ¿Hasta cuándo seguirán saliéndose con la suya?

Rogelio.rios60@gmail.com



ROGELIO RÍOS estudió Relaciones Internacionales y es periodista de opinión sobre México y el mundo.

Las opiniones expresadas por el autor no reflejan necesariamente el punto de vista de MOBILNEWS.MX

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