
Monterrey, N.L., 14 Oct.- En un momento en que las instituciones buscan reencontrar su esencia, Enrique Pérez Cáceres propone regresar a los principios más profundos de la masonerÃa: el conocimiento, la armonÃa y la unidad.
Su proyecto de campaña, titulado “Integridad y Unidadâ€, no se presenta como un plan de gestión, sino como una siembra de cimientos espirituales e institucionales para los próximos años de la Gran Logia de Nuevo León.
“La unidad ya no es una necesidad. Es una obligación imperiosa dentro de la institución, expresó en entrevista con El Financiero Monterrey.
Enrique Pérez habla con serenidad pero con la convicción de quien ve en la masonerÃa no solo una escuela de pensamiento, sino un método de vida. Para él, el futuro de la orden depende de reforzar la instrucción masónica: formar maestros e instructores capaces de transmitir, con rigor y coherencia, los principios que han sostenido a la fraternidad durante siglos.
“Mi bienio no será de hacer y terminar, sino de sembrar cimientos para que las administraciones futuras sigan construyendo sobre ellosâ€, dice. Su mirada es estructural: busca consolidar el aprendizaje, la formación y la integración entre los masones como un proceso que dé continuidad y coherencia a la vida institucional.
“La masonerÃa se debe al estudio. Si no hay instrucción, no hay crecimiento verdadero.â€
El equilibrio -esa palabra que los masones elevan casi a virtud cardinal- es otro de los ejes de su pensamiento. Enrique Pérez lo explica con claridad: “Cuando entiendes el principio del equilibrio, lo aplicas a tu vida diaria y a tus negocios. Te vuelves menos egoÃsta, más productivo y con un sentido social más amplio.â€
Para él, la figura del triángulo no es solo un sÃmbolo antiguo, sino una lección permanente: es la forma geométrica más simple y, a la vez, la más sólida. Asà quiere construir su periodo: sobre tres vértices esenciales -espiritualidad, conocimiento y acción- que sostengan una masonerÃa firme y coherente.
“No se trata de modificar al hombre, sino de transformarlo de bueno a mejor.â€
La filantropÃa, dice, no es una meta, sino una consecuencia natural de esa transformación interior. “Cuando descubres la plenitud que la vida te dio y la compartes, generas una explosión social de valores.†Esa expansión de lo personal hacia lo colectivo es, según él, el propósito último de la masonerÃa: “hacer de este mundo un mundo mejor, empezando por uno mismo, seguido de la familia y en consecuencia de la sociedad.â€
Aunque reconoce que todo movimiento busca crecer, Pérez Cáceres insiste en que el valor masónico no está en el número, sino en la calidad moral y espiritual de sus miembros.
“No cualquiera puede ingresar a la masonerÃa. Se requiere ser un hombre de buenas costumbres, creyente en un ser supremo y con solvencia económica. No por elitismo, sino porque no puedes dar si no tienesâ€, explica.
El crecimiento, añade, debe ser gradual y sustentado en bases firmes. “Los grandes gurús empresariales dicen que los crecimientos no pueden ser picos, sino mesetas. Si no preparas los cimientos del futuro, la estructura termina por derrumbarse.â€
“La unidad es el cemento más sólido para cualquier construcción, incluso la espiritual.â€
El próximo 9 de noviembre, los miembros de la Gran Logia de Nuevo León se reunirán en una jornada electoral cargada de simbolismo. En ese proceso, los votos se depositan en una urna, se cuentan y, al final, se queman. “No hay divisiones. Los votos se consumen en el fuego y todos volvemos a caminar bajo la lÃnea que la democracia decidió.â€
En esa imagen -la del fuego purificador que elimina toda diferencia-Pérez Cáceres encuentra la esencia del ideal masónico: competir sin fracturar, discrepar sin dividir, construir siempre desde la fraternidad.
Su propuesta, asegura, no busca crecer por crecer, sino construir una masonerÃa más integrada, más instruida y más armónica.
Un edificio espiritual cuyo valor no está en su altura, sino en la solidez de sus cimientos.