“La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido”, Macbeth, William Shakespeare.
En estos últimos años hemos sido testigos de una serie de situaciones que han traído serias alteraciones a la vida que conocíamos, desde la pandemia del Covid-19, la guerra en Ucrania, la caída de las criptomonedas, hasta los cambios en Twitter y las caídas de los valores de Facebook y Amazon.
Cada una de estas situaciones se ve a través de la omnipresencia de los medios de comunicación y la inmediatez de las redes sociales, es decir, no es que antes, en la historia de la humanidad no hayan existido etapas de grandes cambios, de hecho, la humanidad vive en un permanente cambio.
Por ello no resulta extraño que este tipo de situaciones se vea reflejado en la forma en que los seres humanos reaccionan ante sus realidades, buscando encontrar algo que les haga sentir que se encuentran seguros.
Hay quienes recurren a los paraísos artificiales, otros a la búsqueda de quienes puedan “asegurarles” que las cosas volverán a ser como antes y algunos más se refugian en sus costumbres. Como lo señala Santiago Posteguillo en “Circo Máximo” “Cuando peor están las cosas la única solución es la disciplina, las órdenes y pensar que los superiores saben lo que hacen”.
Así vemos, en lo político, cómo los “hombres fuertes” en distintos países se hacen con el poder y lo ejercen de manera personal con la aquiescencia de la mayor parte de la población de cada uno de los diferentes países.
La reacción de los seres humanos en ese sentido es en cierto sentido “natural”, ya que en nuestra psique existe un deseo de mantener las cosas tal y como las conocemos, como dice el psicólogo Dan Ariely, nuestra naturaleza humana presenta tres rarezas, la segunda de las cuales consiste en prestar más atención “a lo que podemos perder que a lo que podemos ganar”.
Es este rasgo el que aprovechan algunos políticos para generar las condiciones en las cuales sus propuestas calan en la opinión pública y mueven a los ciudadanos a las urnas.
Así pues, no nos extrañe si las cosas van a peor precisamente debido a este tipo de “rareza” que nos impulsan, muchas veces a tomar decisiones erróneas, ante lo cual debemos estar siempre atentos.
Muchos políticos hoy juegan precisamente con esa “rareza” y asustan a los ciudadanos pensando en lo que perderán si no se vota por ellos.