Sin ninguna duda, la seguridad es una de las preocupaciones más presentes en el ánimo de los mexicanos, aunque las autoridades muestren una y otra estadística que nos indica que la tendencia de los delitos de alto impacto se está estabilizando y no creciendo, sin señalar las causas de que ello sea así, no vaya a ser que todo sea producto del mercado, como en los fraudes piramidales, la realidad es que a todos nos inquieta salir de casa y por azares del destino encontrarnos en algún lugar y en un tiempo inadecuados.
Por ello llama la atención que la candidata de la coalición “Sigamos Haciendo Historia” asegure que continuará con la política de seguridad del presente sexenio, la cual se ha resumido en el lema “abrazos, no balazos”, más un estribillo de mitin placero que una política pública de seguridad.
Una de las criticas que se hace a esa “política” es que se abraza a los delincuentes y estos dan balazos a los civiles que no participan, o no deberían hacerlo, de una guerra, declarada o no pero existente, ya sea entre las fuerzas del orden o entre grupos delincuenciales.
Sheinbaum señaló en días pasados que tal frase se había mal interpretado, que se trataba de que los abrazos eran para los jóvenes que no tenían oportunidades, no para los delincuentes. Podemos comprarle la idea, lo que no podemos hacer es comparar el supuesto que se encuentra detrás de ella, un supuesto que, más tarde lo veremos, ni siquiera ella compra.
En lo referente a que se deben combatir las causas finales de la violencia y la delincuencia no creo que haya alguien que esté en desacuerdo con esta postura, hasta Calderón en su sexenio hizo una declaración y creó un programa al respecto, solo es cuestión de consultar los periódicos de la época, él lo enfocó tanto a la educación como al deporte y a la recuperación de espacios ciudadanos.
Sin embargo, el problema es que ese programa, en caso de que el diagnóstico de las causas sea el correcto, tardaría años en dar resultados, un periodo que seguramente trasciende a uno o varios sexenios, por lo que puede ser una forma de patear el bote.
El problema es ahora porque, como diría el clásico “en el largo plazo todos vamos a estar muertos”, así que, ¡qué bueno que se atiendan las causas de la violencia y la inseguridad! Quizá lo vean nuestros nietos, el problema consiste en que mientras estos programas dan resultados, en caso de que los den, ¿qué hacemos con el cobro de piso, la extorsión, el secuestro, las desapariciones, los homicidios dolosos ligados al crimen organizado?
Y ponemos en duda el que se den resultados por dos motivos, el primero porque puede que no haya continuidad en las políticas públicas durante los varios sexenios que se requerirían para obtenerlos y, lo más preocupante, que el supuesto del que parten estos programas y diagnósticos consiste en que las personas pobres son las que más expuestas están a caer en este tipo de problemas delictivos, cuando existe un amplio sector de otras capas sociales que, debido a su acceso a los espacios financieros, también se encuentran expuestos y ellos, con mayores ganancias y menos violencia, por lo tanto con mayores incentivos.
Y es este el supuesto que consideramos ni siquiera la propia Claudia Sheinbaum compró, ya que de haberlo hecho, no habría enfrentado a la delincuencia con un modelo distinto al nacional, ese que ahora presume y a cuyo representante, Omar García Harfuch, usa constantemente como promoción de este enfoque que se distanció de las políticas públicas federales.
Así es que, sí, podemos comprar la idea de Sheinbaum, no el supuesto que la sostiene, y menos que vivamos en una continuidad con las políticas públicas de seguridad puestas en marcha durante el actual sexenio.
Como dicen por ahí, lo veremos, lo veremos.
