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El amargo despertar de Ana Laura y David

Publicado el Mié, 21/08/2019

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México, 21 Ago.-“¡Bienvenido, esperemos que te encuentres bien!â€, le dijeron unos sonrientes oficiales del Instituto Nacional de Migración (INM) a David Duarte en Matamoros, Tamaulipas. Ellos fueron el primer contacto que tuvo el soñador de regreso a México.

“Los agentes de Inmigración estadounidenses me dejaron en el Puente Viejo, que divide a las ciudades de Brownsville y Matamoros; cuando estaba en la cárcel veía muchos comerciales de que, si te deportaban, el gobierno de México te iba a recibir, te daría para tus pasajes si no traías el dinero, cosa que fue puras mentiras, lo único que te dan es una torta y una soda.

“¡Bienvenido a México!, te dicen las autoridades del Instituto Nacional de Migración y te dan tu hoja de repatriado para que puedas sacar la credencial del Instituto Nacional Electoral (INE) y vas con ellos, y que no tienen conocimiento de que con la hoja de repatriación se pueda hacer el trámite, o sea no hay una buena organización para todo esoâ€, aseguró.

Acostumbrados a una nueva forma de vida, que ellos describen como positiva, cálida y llena de oportunidades, los soñadores regresan a un país marcado por la violencia, la inseguridad, la corrupción y la indiferencia.

No se sienten a gusto en México. Los sentimientos de nostalgia y sinsentido, los invaden cada minuto del día. “Esto no es vidaâ€, dicen.

“De regreso a la Ciudad de México, venía en el autobús viendo por la ventana los letreros que decían que ya íbamos a llegar, venía llorando, pero cuando ves a tu mamá y a tus hermanas, pues sientes alivio, nos dio mucha alegría vernos después de 14 años y nos abrazamos y lloramos.

“Fue bonito vernos, pero no de esa forma, yo quería estar bien allá, conseguir mis papeles y estar yendo y viniendo, pero no así.

“Yo no me hallo aquí, me siento como prisionero, estoy partido como a la mitad, estoy físicamente aquí, pero yo pienso mucho en Estados Unidos. Yo me quiero ir, me quiero regresar, yo siento que ya no encajoâ€, refirió David.

Desarraigo es la palabra que mejor describe el sentimiento que experimentan los soñadores a su regreso a México, cuando se dan cuenta que ya no se sienten parte de este país, ni de su cultura.

“Soy mexicana, pero no me identifico con la forma de ser, ni con la cultura de la mayoría de mis compatriotas; me siento más cómoda con la parte de la cultura y la forma de ser de la sociedad estadounidense, por lo menos en la comunidad donde me desenvolví, me sentía parte de algo, parte de ellos, teníamos muchas cosas en común.

“Aquí la gente es grosera, tira basura en la calle, no saben manejar, no saben vivir en comunidad, es como una lucha todos los días entre quien puede más, quien se gana el asiento del Metro, y yo no me siento parte de eso, ni me identifico, ni me puedo acostumbrarâ€, dijo contundente Ana Laura López.

Los soñadores en un país como México que pondera la juventud, ser mayor de 40 se vuelve un obstáculo en la búsqueda de empleo.

Además, a esto se suma el cuestionamiento constante que padecen en las entrevistas de trabajo “¿Pues qué crimen cometiste? Por algo te deportaron ¿no?â€, les increpan.

“Los 'dreamers' viven un terrible proceso de reinserción, pero aun así tienen un cierto plus en su retorno a México, la juventud, y desgraciadamente en México ya no tienes las mismas oportunidades, cuando en Estados Unidos a la edad que sea, te dan trabajo.

“Además, algunos 'dreamers' vienen más preparados porque la educación en Estados Unidos es mucho mejor, y otra pues es el inglés, que siempre va a ser una excelente herramienta para iniciar por tu cuenta. Pero la gente de la primera generación, los papás de los ´dreamers´ pues no, es súper complicadoâ€, ejemplificó Ana Laura.

Desde que llegó a la Ciudad de México, en enero del año pasado, David trabajó un tiempo en Ferrocarriles Nacionales de México, sin embargo, desde su salida por diferencias con sus jefes, ha tenido empleos en negocios de diversos giros y, actualmente, trabaja como auxiliar de recibo en una tienda departamental.

“Aquí busqué trabajo en el McDonalds y que no, que sólo para jóvenes y estudiantes porque pagaban muy poquito.

“Además, te discriminan en los trabajos, luego, luego te preguntan '¿y qué crimen cometiste?', ‘pues no cometí ninguno’, ‘pero es que en las noticias sale que todos los que están deportando son criminales’, sí pero yo no lo soy.

“Pienso que Donald Trump vino a levantar el discurso de odio, porque si tú eres repatriado, te preguntan, ‘¿qué crimen hiciste?’, porque todos los días la gente ve y escucha que todos los que están regresando son criminales y no es asíâ€, reiteró David.

Obstáculos como la discriminación laboral parecen insignificantes cuando se habla de separación familiar. Estar lejos de sus hijos es, sin duda, lo que más lastima a los soñadores.

Cuando Ana Laura López decidió irse a Estados Unidos en 2001, dejó en México a sus cuatro hijos mayores. Ella jamás dejó de velar por ellos, a pesar de que inició una nueva vida en el vecino país del norte.

Su voz suave pero firme, se torna cariñosa cuando recuerda el momento en que volvió a ver a sus cuatro hijos, después de más de 14 años de no estar con ellos.

“Al principio fue muy bonito el reencuentro, y ya con el tiempo ha sido difícil, de hecho siempre cuando tienen oportunidad me reclaman que los abandoné. Yo me los quise llevar, pero legalmente, que sacaran su pasaporte, pero su padre nunca quiso firmar.

“Esto es lo que pasan muchas familias no nada más la mía, mi historia representa sobre todo el tema de las mujeres que migramos, desde los motivos del por qué migramos, a lo que nos tenemos que enfrentar.

“La mayoría de mis compañeras que dejé allá, se habían ido por lo mismo, por escapar de una violencia doméstica, porque se quedaron en algún momento solas con sus hijos y los tuvieron que dejar aquíâ€, mencionó.

La separación familiar que vivió hace 14 años, hoy Ana Laura la vuelve a sufrir con sus hijos menores, quienes radican en Estados Unidos con su padre. Daniel y Ãngel aún mantienen intacto el cuarto de su madre, tal y como ella lo dejó hace casi tres años, cuando fue forzada a retornar.

“Les dije que iba a regresar pronto y que se portaran bien. Hablé con ellos, no sabían que me habían deportado, no quise decírselos, pero se los dije después de un mes.

“Cuando se los comenté, no entendían, Dani fue el que me dijo ‘te presto mis papeles para que regreses’ y fue cuando les dije que no se podía, y pues ellos han venido aprendiendo que es la deportaciónâ€, rememoró.

Sentada a un costado donde se encuentra el lienzo que retrata el amor maternal, Ana Laura vuelve a dirigir su mirada a la pintura, mientras narra que Ãngel, por azares del destino, nació en la Ciudad de México, aunque al mes de nacido se lo llevó a Chicago.

El adolescente de 17 años de edad, hasta hace poco mantenía un estatus migratorio incierto, pues jurídicamente era indocumentado, no obstante, gracias al apoyo de unos abogados de Chicago, su padre y él comenzaron los trámites para solicitar su ciudadanía.

“Todavía hace poquito, cuando no sabíamos que iba a pasar con Ãngel y su estatus migratorio, yo seguí diciéndole a Dios: ‘yo no importo, con que él esté bien, aunque yo no pueda volver nunca, pero que nunca, nunca tengan que venir aquí’.

“Me siento mal, porque por culpa de mi exesposo mis hijos mayores no me los pude llevar para que tuvieran otro tipo de vida, por lo menos que conocieran que se siente vivir como gente, como un ser humano de verdadâ€, afirmó Ana Laura.

El celular en las manos de David Duarte parece una extensión de su cuerpo. Este pequeño aparato que revolucionó la manera de comunicar, es para él y para los demás soñadores, una máquina del tiempo que le permite revivir su vida en Maryland y sentirse cerca de Brayan, quien hace algunos meses se casó. David no pudo presenciar ese momento.

“Allá tengo una parte de mí, que es mi hijo, o sea, a lo mejor si no me lo hubiera llevado, no me preocuparía tanto, pero dejas como una semilla plantada allá ¿me entiendes? que a lo mejor va a florecer a dar frutos, pero ya no la vas a ver.

“No podría decir que soy el mejor padre porque nadie es un padre perfecto, pero lo que pude lo hice y como le digo a él: ‘échale ganas, trata de salir adelante, haz una vida por allá y haz lo mejor que puedas hacer’â€, describió David mientras observa fotografías de la boda de Brayan.

Los soñadores están de vuelta. Despertaron del sueño y saben que su vida ya no será la misma. Necesitan comenzar de nuevo.

“Como sé que no puedo regresar a Chicago, aunque nunca lo descarto y está ahí entre mis secretos y mi lista de posibilidades, tampoco me voy a aferrar porque eso tampoco está bien.

“Me gustaría vivir cerca del mar, como en Puerto Vallarta, en Jalisco, un estado al que le tengo mucho cariño, y pues ese puerto está muy americanizado, pero también convive la cultura mexicanaâ€, aseveró Ana Laura.

Por su parte, David no lo duda y asegura que quiere volver.

“Si no reeligen a Trump o antes, yo me voy, no le hace que me tenga que ir otra vez de mojado; yo me voy, aunque sé que si me agarran iría a una cárcel federal y que tengo que cambiar mi identidad, porque si busco trabajo se van a dar cuenta.

“Yo quiero ver si algún abogado me puede ayudar a conseguir un perdón y comprobar que soy una persona de carácter moral bueno, que cometí un error, pero todos cometemos errores y yo aprendí de élâ€, sostiene.

Para estos padres y madres, los por qué seguirán navegando en sus recuerdos, en sus pausas, en sus silencios.

La memoria, espacio que traspasa fronteras, es y será la libertad que jamás podrán arrebatarle a los soñadores.

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