Bueno, pues el Presidente López Obrador da por derrotados moralmente a todos quienes no pensamos como lo hace él.
¿A qué se refiere? El señor Presidente tiene muy claro cómo usar la comunicación polÃtica dirigida a su base de votantes y a sus seguidores, sin embargo parece olvidar que del blanco al negro hay grises y que en la vida hay una inagotable variedad de puntos de vista.
En campaña afirmó que él darÃa el ejemplo de honestidad a sus colaboradores y que éstos lo seguirÃan. Afirmó y, creo que tiene razón, que la honestidad cuando es visible en la cúspide, hace probable que abajo la corrupción batalle para florecer. Mucho de lo que dice tiene sentido, pero su comportamiento frente a este tema y varios más contradice a sus palabras.
AMLO afirmó que la Ley está por encima de todos. Lo ha dicho hasta el cansancio; sin embargo sus actos le contradicen. Toleró, si no es que fomentó, la intentona de Muñoz Ledo por permanecer más allá de lo que la ley le permitÃa. Lo mismo es en el caso de la Ley Bonilla en Baja California. Parece que le gusta calar a través de terceros lo que en algún momentó querrá para sà mismo, aunque diga que lo firma ante notario.
Es difÃcil distinguir las diferencias entre este gobierno (aunque insista que es un nuevo régimen no lo es), y los anteriores. Vemos el mismo amiguismo, nepotismo, poca transparencia, populismo, desorden, temor y complacencia, entre otras muchas caracterÃsticas del pasado.
El señor resuelve las preguntas incómodas con las mismas vaguedades que lo harÃan los presidentes que le antecedieron.
Es notorio cómo cada dÃa se va pareciendo más a sà mismo, a su esencia de polÃtico de los 70´s en donde el autoritarismo, la falta de tolerancia ante quienes piensan distinto a él y ante quienes se atreven a cuestionarlo, veremos como se irá aislando lentamente. Porque aunque no pensemos como el, también queremos a nuestro paÃs, eso lo tiene que entender.
El eslogan (eso es lo que es), de la 4T no alcanza a explicar cómo embonan las decisiones que toman, las acciones que ejecutan y las palabras que repiten dÃa con dÃa, en un impulso para este paÃs que no crece en su economÃa.
Qué bueno que el presidente López Obrador acuñe frases pegajosas; tiene chispa y talento para escabullirse de manera socarrona a preguntas y señalamientos serios. Qué malo porque ha aprendido a desvincularse de sus propios actos y palabras y no a actuar con responsabilidad. Asà vive en su sueño fantástico.
Quiero que nuestro presidente actúe sin hacer propaganda por su partido, que sea profesional, efectivo y eficiente. Me encantarÃa escuchar que lo que dice suene y sea inteligente. Que me inspire a apoyar con optimismo sus decisiones. Desafortunadamente no puedo. Quizá no soy su público meta.
Quiero saber que en la máxima posición de liderazgo polÃtico del paÃs hay una persona razonable, sensata, equilibrada y sin delirios de grandeza histórica, es decir, que no esté pensando en cómo se verá su nombre impreso en las estampitas de primaria (en el futuro).
Actuando y hablando como lo hace sà me hace sentirme derrotado, pero no moralmente, sino como ciudadano, porque no tengo forma de encontrar equilibrio entre sus posturas y las que no las compartimos. Es una derrota temporal, porque sé que en algún momento se irá, aunque haya hecho daño o aunque haya hecho mucho bien, se irá. Espero que quien esté gestando su arribo en la próxima elección no se parezca nada a él.