Ya se avecina la competencia electoral para el 2021 en Nuevo León. Algunos polÃticos locales ya empiezan a desplegar actividad en redes y comienzan a realizar actividades en medios a fin de incrementar su nivel de conocimiento y/o popularidad.
Pronto veremos mucho más actividad promocional de todos ellos y la pregunta que debemos hacernos es si los ciudadanos y los partidos polÃticos deberÃamos permitir que participe quien quiera hacerlo, de acuerdo con las reglas establecidas.
En nuestra democracia hay dos momentos clave. Cuando los partidos “filtran†y deciden quién los va a representar en la competencia electoral, y el momento en que se les acredita ante las autoridades electorales. En ninguno de esos dos momentos intervenimos los ciudadanos.
Las reglas actuales para postularse y ser nominados por los partidos o por la vÃa independiente, permiten que casi cualquier persona que lo desee, se pueda postular. Los filtros para ser incluidos en las listas de postulantes pasan por los resultados de las encuestas, capacidad de convocatoria y quizá por quienes son los menos vetados.
Lo que estamos por vivir apunta a que también serán incluidos aquellos quienes sean más reconocidos (por su nombre) y por la destreza y capacidad que muestren en el uso y manejo de las redes sociales.
El dilema que tenemos frente a nosotros ya no es permitir que participen las (los) candidatas (os) que tengan más cualidades para gobernar, capacidad y conocimientos de gobierno, sino que corremos el enorme riesgo de dar paso a una generación de polÃticos que piensen y actúen más como influencers, youtubers o expertos en manejo de redes, que como dirigentes primero y gobernantes después.
Es decir los que toman decisiones respecto a quién van a postular lo harán en gran medida en función de estas variables; qué tan buenos son para comunicarse a través de las redes y medios digitales y cómo se refleja eso en las encuestas. La importancia de su capacidad pasa a un tercer plano ya que el reto es ser percibido, no necesariamente en ser hombres de estado.
Al dar más valor a variables superficiales en los postulantes (para la encomienda de gobernar), el reto para elegir a los candidatos se reduce a evaluar el impacto de sus acciones de comunicación, y no a que demuestren su capacidad intelectual, su calidad moral y su experiencia en tareas de gobierno.
Pareciera ser que las reglas e incentivos vigentes se han banalizado aún más de lo que de por sà ya estaban. Recordemos los tiempos en los que un solo gran elector decidÃa en función de sus propios criterios quién serÃa el próximo gobernante. Hoy en dÃa si bien se han abierto las puertas a la participación de más personas en esas decisiones, nos damos cuenta de que no necesariamente un candidato popular es un buen gobernante. Ejemplos en Nuevo León tenemos muchos.
¿Qué nos queda a los ciudadanos?, ¿qué pueden hacer los partidos polÃticos y las autoridades electorales? ¿Subir el rigor de las pruebas filtro para ser postulado? Las reglas de participación no podrán ser modificadas a estas alturas, asà que vayamos haciéndonos a la idea de que asà será y de que veremos en las boletas de votación a candidatos muy eficientes en el uso de redes, buenos para hablar ante las cámaras y en algunos casos hasta personajes divertidos y chacoteros.
Y vuelvo a la pregunta que da pie a esta colaboración. ¿DeberÃamos permitir competir a “quien sea†por la gubernatura de Nuevo León? No hay nada que hacer al respecto más que estar atentos y votar pensando por quién lo hacemos.
