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Culturalmente: cuando la cumbia salv贸 al rock

Publicado el Vie, 23/08/2019

NOTIMEX / Por V铆ctor Roura y Jos茅 David Cano

 

La muerte del regiomontano Celso Pi帽a, vallenatero de coraz贸n, ha tra铆do de nuevo la reflexi贸n que gira en torno de la cumbia en las atm贸sferas del rock latinoamericano.

I

Cuando el grupo de rock pesado Ritual decidi贸 dejar de tocar este g茅nero musical, al mediar la d茅cada de los setenta del siglo XX, para dedicarse a la cumbia, los entonces comentaristas de las revistas rocanroleras pusieron un grito en el cielo. La corriente afroantillana nada ten铆a que hacer ante el rock, se dec铆a. La primera se trataba de una mercanc铆a, la segunda era una postura cultural. La primera serv铆a para bailar, la segunda era para escuchar. Y, debido a la testarudez de los periodistas del rock y a su inalterable dogmatismo, desde entonces se consider贸 que el m煤sico de rock que no tocaba rock pasaba a formar parte del territorio mercenario del ambiente art铆stico. Ritual fue descalificado y pasado pronto al olvido.

      La Revoluci贸n de Emiliano Zapata, aquel grupo jalisciense fino y creativo que abriera las puertas de la radiofon铆a nacional al rock mexicano al principiar los setenta, fue igualmente descatalogado cuando, apoyado y financiado por los Baby鈥檚 (en su momento un conjunto que resolv铆a su existencia colocando 鈥溍﹛itos鈥 en la radiofon铆a local, tal como lo hicieran a la postre agrupaciones y solistas que manten铆a la industria privada de la televisi贸n, le dieron vuelta al camino al grabar el disco La nueva onda de la Revoluci贸n (1975) en el cual inclu铆an cortes latinizados, percusivos y huapangueros. La Revoluci贸n de Emiliano Zapata, siempre comandada por el guitarrista Javier Mart铆n del Campo (frustrado actor en la cinta de 1972 de Jaime Humberto Hermosillo: La verdadera vocaci贸n de Magdalena, con Ang茅lica Mar铆a), quiso luego acercarse a los pasos de los grupos imperfectos pero exitosos, indefinidos pero tenaces, irregulares pero persistentes como Los Pasteles Verdes o los Hermanos V谩skez o Los Bukis o los Yonic鈥檚 o Los Socios del Ritmo. La Revoluci贸n de Emiliano Zapata ahuec贸 el ala para otros rumbos. La prensa roquera ya no se ocup贸 m谩s de sus asuntos.

      Los dos grupos anteriores recurrieron al g茅nero considerado 鈥渕enor鈥 del son: la cumbia, por convicciones s贸lidas, si bien necesarias para su sobrevivencia. Los dos conjuntos no cambiaron sus gustos sonoros obligados por las empresas fonogr谩ficas, sino por beneficio monetario. Otra cosa muy distinta sucedi贸 con Jaime L贸pez, por ejemplo, quien fue persuadido por sus productores a dejar el rock para inmiscuirlo en las ambientaciones de la cumbia.

      Eduardo Salas, coautor con Guadalupe Trigo de varias piezas (como 鈥淢i ciudad鈥 o 鈥淟a milpa de Valerlo鈥), lo cuenta de esta manera:

      ?Le propusimos a Jaime L贸pez grabar un disco que pudiera entrar al c铆rculo comercial. Se lo dijimos y acept贸. Le dijimos que esto traer铆a sus consecuencias. Como hacer cosas contra las que 茅l estaba en desacuerdo o presentarse en programas banales, qu茅 s茅 yo. Y 茅l acept贸. Sentimos un ansia en Jaime como de querer abarcar otros pasos. De abarcar un poco m谩s all谩 de los c铆rculos aislados...

      Por supuesto, en Jaime L贸pez esa m煤sica no entonaba. Su incursi贸n, breve, en los foros televisivos no sirvi贸 para gran cosa. Los dos discos que grabara a instancias de sus productores Eduardo Salas y 脕lvaro D谩vila fueron un adorno en las tiendas de discos. Nadie se interes贸 por ellos. Porque ni el propio Jaime L贸pez estaba seguramente convencido de que lo que estaba haciendo era realmente lo suyo. A pesar de haber tenido a buena parte de los periodistas progres a su favor, los proyectos musicales de L贸pez en el apartado de la cumbia fueron intrascendentes.

      Los Caifanes a su vez, fueron observados por el argentino 脫scar L贸pez, conocedor del p煤blico mexicano, quien sabe bien que la afroantillan铆a siempre ten铆a cabida en los espacios radiof贸nicos鈥 cuando los discos eran b谩sicos para ello. La grabaci贸n de 鈥淟a Negra Tomasa鈥 (1988) fue idea suya. Y de ah铆 en adelante la cumbia no ha faltado en el rock ni el rock en la cumbia, como lo confirmara en 2004 el colombiano Carlos Vives con su 谩lbum El rock de mi pueblo donde fusiona el vallenato con el g茅nero roquero. Ya despu茅s nadie se mortific贸 al o铆r estas mezclas en las voces de asociaciones tan antag贸nicas como las de Los Enanitos Verdes y las de Los 脕ngeles Azules, Botellita de Jerez y Andr茅s Calamaro, Lila Downs y鈥 隆Frank Zappa!, Kevin Johansen y Natalia Lafourcade, Man谩 y los Le Luthiers, Pante贸n Rococ贸 y Los Fabulosos cadillacs, La Maldita Vecindad y Tania Libertad, Joan Manuel Serrat y Celso Pi帽a, al grado de que tanto Celso Pi帽a como Los 脕ngeles Azules han sido protagonistas principales de un festival del rock mexicano como el Vive Latino.

II

鈥淟a Negra Tomasa鈥, por sus enormes ventas, se convirti贸 incluso en Disco de Platino, que por primera vez obten铆a un conjunto roquero en M茅xico ajeno al circuito de la televisi贸n comercial. La aceptaci贸n que tuvo el grupo, desde entones, los ha mantenido a flote aun sin presentarse en conciertos.

      Frank Zappa dijo en los ochenta que estaba en el rock porque 茅ste le dejaba dinero. Si no ca铆an los d贸lares, era obvio que hubiera agarrado sus maletas y se largaba a otra parte.

      Ritual se larg贸 a otro lado. E hizo bien.

      La Revoluci贸n de Emiliano Zapata tambi茅n se fue a guerrear a otras zonas con otra m煤sica. E hizo bien, entonces.

      Carlos Santana sab铆a desde hace medio siglo que lo suyo era la cumbia y el rock. Y le ha ido muy bien..

      Si los rocanroleros mexicanos saben que con sus rocks no pueden abrirse caminos, 驴por qu茅 diablos no han de introducirse, aun contra una cr铆tica roquera costumbrista y conservadora, en esa a帽eja m煤sica popular que es la cumbia?

III

La m煤sica afroantillana congrega a un p煤blico que se distingue por lo devoto, part铆cipe generoso en tanto su gusto personal no se vea alterado por notas imprevisibles, c贸mplice de los rutinarios compases soneros de los instrumentistas e, incluso, tolerante en los infortunados conciertos. El amplio auditorio de este g茅nero musical se define por sus exigencias e incomodidades: solidaridad con Cuba y reconocimiento a Nueva York, coleccionar grabaciones importadas de la peque帽a industria Egrem as铆 como consumir discos (cuando se consum铆an discos) de la Fania o de la Wagner, coincidir intelectualmente con las declaraciones de Willie Col贸n o de Adalberto 脕lvarez y confirmar las ideolog铆as de Celia Cruz o de Monguito (aunque contradigan en el fondo us principios castristas), aprenderse las letras de Pacho Alonso y memorizar las piezas de ese grande compositor que es el paname帽o Rub茅n Blades, bailar al son de las orquestas de Benny Mor茅 (a quien hay que recordar ahora en su centenario como el insigne iniciador del mito sonero) y llevar los compases de la Matancera.

      Por algo, Willie Col贸n sabe qu茅 terrenos pisa:

      ?No es que no quiera ir a tocar a Cuba ?dec铆a una y otra vez?, lo que sucede es que uno ha cargado con la responsabilidad latina en Estados Unidos. Tocar en Cuba significa un veto en las ciudades estadounidenses. No es por los d贸lares. Es una carga mayor.

      Igual le sucedi贸 a 脫scar D鈥橪e贸n. Al principiar los ochenta ofreci贸 un concierto en La Habana. Despu茅s fue obligado, en Miami, a arrepentirse. Lo hicieron declarar en contra de sus ideas iniciales.

      ?Fue un error haber ido a Cuba ?dijo, en Miami, en conferencia de prensa?. A m铆 me gustan los d贸lares y quiero cobrar en d贸lares. La experiencia de Cuba es una experiencia que no volver谩 a repetirse.

      Pero es algo sin importancia para el gustador de la rumba. Nada de lo que se haga fuera de sus territorios sonoros es v谩lido. Por dicha raz贸n, los trabajos de grupos que no sean afines a la labor de los renombrados son vistos a una prudente distancia, a menos que se dediquen a sonarle a las tumbadoras como endemoniados para no dejar en paz los movimientos de la gente. Este hecho nos conduce a dos vertientes: los bailadores y los mel贸manos. Los primeros no atienden asuntos de ninguna 铆ndole pues as铆 como se regocijan con 脫scar D鈥橪e贸n, de igual forma se deleitan con Blades (aunque aqu铆 tambi茅n cabe la posibilidad de incluir a ese ya amplio sector del p煤blico que aplaude todo lo que contenga una imagen, es decir que, carente de un criterio musical, acepta digamos que esnobistamente la m煤sica del grupo o solista que escuche continuamente en los medios auditivos o mire repetidamente en sus pantallas electr贸nicas). No importan las ideolog铆as ni las preocupaciones l铆ricas de los compositores. Importa el movimiento corporal. No se atienden las letras. 脫scar D鈥橪e贸n, en su pieza 鈥淓l derecho de nacer鈥, por ejemplo, se consolida contra el feminismo y reniega de las mujeres que deciden, por cuenta propia, abortar. D鈥橪e贸n est谩 en contra de eso y es un abanderado del castigo penal. Primero debe pensar la mujer en no hacer sinverg眉enzadas para no tener que arrepentirse despu茅s, pregona el venezolano. Pero a los bailadores no les importa eso, ni aunque un d铆a antes hayan marchado en el Orgullo Gay o participado en un mitin a favor del feminismo.

      En el lado opuesto se encuentran los mel贸manos. Estos est谩n atentos a los trabajos de los rumberos. Empero, como ning煤n otro g茅nero musical, la rumba no es observada desde su punto comercial. Esto es, de antemano se sabe que los m煤sicos tienen que hacer este tipo de m煤sica accesible y no se les reprocha, en absoluto, su excesivo comercialismo. Porque, curiosa observaci贸n, la rumba naci贸 as铆, con instrumentaci贸n comercial. Desde su inicio. John Storm Roberts recuerda: 鈥淟a forma bailada de la rumba era parte de la fiesta en general. A veces no pasaba de ser un incidente. En otras ocasiones hab铆a varios bailes unidos entre s铆 con el nombre general de la rumba鈥. La rumba naci贸 para ser bailada. Es una corriente para mover los pies.

      Cuando el son se va a las urbes, teniendo a sus grandes divulgadores, como bien apunt贸 el cubano Helio Orovio, en el Septeto Nacional y el Cuarteto Mach铆n, la definici贸n de la afroantillan铆a se esparce, se agranda. Surgen los ritmos: el mambo, el cha cha ch谩, la charanga, el danz贸n, la bomba, el merengue鈥

      Y la cumbia. Y sus derivados. Como el vallenato, originario de Colombia. Y de Monterrey.

IV

En 2004 鈥攇racias a su entonces manager Rub茅n Hern谩ndez Mojica鈥, Celso Pi帽a (1953-2019) me recibi贸 en Monterrey, su ciudad natal, para una larga conversaci贸n. Acababa de poner en circulaci贸n su disco El canto de un rebelde para un rebelde, una especie de homenaje al Che Guevara y de introspecci贸n a s铆 mismo. En ese momento: el nombre de Celso Pi帽a daba pie a muchas an茅cdotas; algunas de ellas ap贸crifas. Otras, en cambio, parec铆an ap贸crifas pero eran ciertas. 脡l mismo, en este texto en primera persona, me cont贸 su historia.

Jos茅 David Cano

De entrada, aclaremos algo: soy p茅simo para las fechas. No me pregunten alguna, porque no me acuerdo. La 煤nica que recuerdo bien es la de mi nacimiento: nac铆 el 6 de abril de 1953. Era lunes. Y lo recuerdo bien, porque mam谩 siempre me dec铆a que los lunes ni las gallinas ponen. Y creo que tiene raz贸n: los lunes batallo mucho para pararme.

      Me llamo Celso por voluntad 煤ltima de mi abuelo, padre de mi padre. Nac铆 en la colonia Nuevo Repueblo, hacia el sur de Monterrey; es decir, ni muy pall谩, ni muy pac谩. Brincando el r铆o Santa Catarina. Con esto, desmiento a todos aquellos que me han querido meter, a fuerza de calzador, a la colonia Independencia; lo niego rotundamente: no soy de ah铆. Si hay una cosa que me cae mal es que a fuerza me quieran imponer, o crear, historias que no son ciertas. Tampoco es verdad que haya tocado en camiones, como una vez le铆. Gracias a Dios, no tuve la necesidad de andar en camiones, ni de ambulante.

      Desde luego, tambi茅n se lo debo a mi pap谩, Isaac Pi帽a. Soy el primero de nueve hermanos, cuatro hombres y cinco mujeres; si incluimos a mi jefa 鈥擱osa Mar铆a Arvizu鈥 y a pap谩, hablo de 11 personas. 脡l siempre se sob贸, bien y bonito, el lomo, para darnos todo lo necesario. L贸gicamente, en m谩s de una ocasi贸n nos vimos en problemas econ贸micos. Imag铆nense: 隆darle de comer a 11 huercos! Y no s贸lo darles de comer, tambi茅n vestirlos, o cuando llegara Santa Claus. Pobre. Pero 茅l se lo busc贸. Lo m谩s asombroso es que lo haya hecho desde su oficio, que era de milusos. Porque igual era pintor que soldador, alba帽il o plomero. Es m谩s: 茅l hizo mis primeros instrumentos.

      No recuerdo muy bien c贸mo era de ni帽o. Ni qu茅 hice antes de ir a la escuela. Pero lo que ocurri贸 despu茅s lo recuerdo perfectamente: estudi茅 s贸lo la primaria y la secundaria. Y es que, en aquel entonces, ten铆a la impresi贸n de que, por ser el mayor de todos mis hermanos, deb铆a apoyar a mis padres. As铆 que me qued茅 con las ganas de estudiar la carrera que m谩s me gusta: veterinario. A fuerza me hicieron acabar la secundaria abierta. Ya en prepa me avent茅 como un a帽o y medio. Pero ya no tuve chance. Ve铆a la necesidad que hab铆a en la casa.

      As铆 es como Celso Pi帽a se fue formando, trabajando desde muy peque帽o; recogiendo, por ejemplo, comida (buena) en la basura para despu茅s venderla o llevarla a mi casa. Quiz谩s, por eso, hoy la gente de escasos recursos se identifica mucho conmigo y con mi m煤sica. A los 13 a帽os, y luego de habernos cambiado (primero a la colonia Palo Blanco, luego yo con mi abuela a la Independencia, y despu茅s a La Campana en el terreno de una t铆a), es cuando tuve mi primer contacto con la verdadera m煤sica: empec茅 a o铆r a los Beatles. No les entend铆a... bueno, ahora que recuerdo, a煤n no les entiendo. Pero entonces los escuchaba y me gustaban. Sin embargo, no pensaba en hacerme m煤sico.

      Eso vino a帽os m谩s tarde. Cuando trabajaba ya en el Hospital Infantil. Tendr铆a unos 15 o 16 a帽os. Ganaba unos 20 pesos a la quincena; no era un dineral, pero me conven铆a porque ya estaba de planta. Ah铆 fue cuando, verdaderamente, me entr贸 la onda de hacer m煤sica. No recuerdo c贸mo, ni cu谩ndo, empez贸 a llamarme la atenci贸n; lo que s铆 recuerdo es que en ese lapso, antes de formar la Ronda Bogot谩, estuve en tres grupos: el primero, los Jharac, era tropical; el segundo, Arcaico, medio rocanrolero. Sentimiento, el tercero, era de puras baladas.

      En ese tiempo segu铆a escuchando a los Beatles. Sin embargo, ah铆 en La Campana, los sonideros me mostraron (sin querer) mi destino. Con ellos empec茅 a o铆r a Los Corraleros del Majagual y, de hecho, en mis tres grupos intent茅 tocar algo de ellos. Pero no pude. No entend铆an esa m煤sica. Fue entonces que o铆 al acordeonista Alfredo Guti茅rrez. 鈥淓s lo que yo quiero hacer鈥, me dije.

      Tendr铆a unos 18 a帽os cuando decid铆 terminar mi participaci贸n con grupo alguno, y formar mi propia agrupaci贸n. Como dije, pap谩 me ayud贸 a hacer algunos instrumentos. Pero m谩s tarde, con el dinero que ganaba en el hospital, pude comprar (fiado, claro est谩) mis propios instrumentos; entre ellos, mi primer acorde贸n. As铆 estuve un tiempo: por las ma帽anas al hospital, y por las tardes al ensayo. Primero con el grupo, luego mi acorde贸n. No fue un disco ni dos, sino varios los que ray茅; sobre todo de Alfredo Guti茅rrez. Dediqu茅 mucho tiempo a eso. Me encerraba en casa, y me hac铆a el enfermo con la raza. A pap谩 le preguntaba: 鈥淥ye, 驴c贸mo se oye esto?鈥 Y respond铆a: 鈥淟a mera verdad, no se entiende ni madres. Pero s铆guele.鈥

      Y le segu铆a. Me apasion茅; yo quer铆a ser el Alfredo Guti茅rrez de Monterrey. As铆 que lleg贸 el d铆a en que pap谩 me dijo: 鈥淥ra s铆 ya se te entiende. Pero, 驴y las dem谩s?鈥 Me di cuenta que el camino ser铆a largo; 隆una odisea! Estaba aferrado en mostrarle a la gente que esta m煤sica, que mi m煤sica, era tan buena como el rock, la tropical, el bolero o la ranchera.

      El tiempo me dio la raz贸n. Una tarde de, creo, 1979, unos cuates sonideros me avisaron que vendr铆a el 鈥淕al谩n鈥, Luis Loera, quien era de la ciudad de M茅xico. Era representante de la compa帽铆a Peerless. 鈥淎 lo mejor te graba un disquito.鈥 As铆 fue: despu茅s de o铆rnos, 茅l prometi贸 regresar con gente de la disquera, entre ellos el Indio Jim茅nez, entonces director art铆stico de la compa帽铆a. Cuando nos escucharon les gust贸 y quedaron en realizar nuestro primer disco, que se llam贸, por cierto, s贸lo Ronda Bogot谩; como subtitulo, La manda, pues as铆 se llamaba una de las canciones.

      Desde entonces han pasado ya m谩s de 20 a帽os de satisfacciones y penurias; no por igual, pues no me equivoco si digo que han sido m谩s las primeras que las segundas. Hoy ya no somos Ronda Bogot谩 de Celso Pi帽a, sino Celso Pi帽a y su Ronda Bogot谩. Y he grabado m谩s de 20 discos. Acaba de salir el nuevo. Mi m茅rito, si tengo alguno, es haber convencido a la gente que se puede hacer un lenguaje con esta m煤sica, que es el vallenato.

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